MALESTARES
Comentan, discurren,
y sus aletargadas voces se confunden en complicidad,
temores, envidias, miradas analíticas de psicología funcionaria,
hinchan sus párpados.
Esperan,
oyen,
tras la armatoste de cajones y estantes,
que la figura obsesión de sus malestares, se esfume.
Esperan,
oyen,
y sus lenguas afiladas de acero,
confluyen ante el común peligro.
Chasquean, se mueven, y la intranquilidad de la amenaza les da trabajo.
Sentimientos de pérdida, de soledad, de orfandad les embargan,
como si la figura entrante se los provocara.
El reloj pasa, pero para ellos no transcurre mientras la figura esté allí,
porque la figura es intolerable e intratable.
Pero la figura sigue allí,
y allí también sigue el descalabro, el caos, la apropiación indebida y el robo,
¿Es que acaso fue ella quien los trajo?,
y si desapareciese, talvez, todo lo demás se vaya,
sin embargo, debería nacer de ella misma,
porque no tenemos potestad para sacarla del espacio, de Nuestro Espacio.
Mas, y si no se va,
y si decide reemplazarnos.
No. La gente sensata y cuerda, el público inmaculado y moral que nos visita,
jamás lo aceptaría...
Pero, si a pesar de todo aquello se queda,
es que acaso la muerte no puede darnos una solución,
por cuánto tiempo más tendremos que aguantar sus olores,
sombra, fluidos, de figura cualquiera.
-Callan,
y sus conciencias no callan con ellos,
cierran sus ojos, y la figura sigue allí-.
Duele, choca, que una figura de dudosa vida,
si aceptamos que vive, esté entre nosotros,
porque lo que no vemos lo soñamos,
y lo que soñamos es verdadero, cierto, seguro.
Sin embargo, esta figura ¿Qué es?,
¿trabaja?, ¿come?, ¿respira?...
Y si trabaja ¿lo hace como nosotros?,
porque lo nuestro sí es trabajo y es sueño,
por tanto, es verdadero.
Pero la figura no nos dice cosa alguna,
Y nos dice todo.
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