Fantasmas en la noche, pesadillas de la madrugada.
Aun es demasiado temprano y no me gusta la idea de salir a la calle, hace frío y hay monstruos de aspecto humano y apariencia tenebrosa. Lucho por resistir el miedo y la agonía de saber que no puedo hacer nada, tan solo esperar a que empiece el día para poder calmar mi mente.
Cada día una rutina, vomitar, defecar y cambiarme de pantalones; es necesario estar relativamente limpio para no llamar la atención mas de lo suficiente, lo justo para no ser invisible y que el dueño del bar no te recuerde tan solo por ser el primero en llegar cada día, no busco su amistad, no la quiero, solo quiero lo que el tiene, lo que yo necesito para sentirme como una persona normal, una persona a la que no miren con desprecio, pena si, pero no exclusión; dejar que sepan que son mejores que yo y no fingir el pesimismo ni la arrogancia, en este mundo al mas fuerte se lo comen primero y el más débil se lleva toda la culpa. El truco del mendigo es aparentar que el pedir limosna es lo único a lo que puedes dedicarte, si muestras vitalidad al recibir una moneda de mayor valor, la probabilidad de que se repita la ocasión aumenta considerablemente; a la gente le gusta el agradecimiento sin palabras, solo un gesto, siempre el mismo, si lo cambias todo cambiará, las monedas serán sustituidas por malos gestos hasta el día en que los veas cruzar la calle para no encontrarse contigo y si se es constante en la rutina y no dejas pasar al miedo ni al odio los fantasmas de la noche pasaran de largo cuando salgas, cuando aun sea demasiado temprano y te encuentras solo sobre los escombros del infierno.