Mi mente frágil hace todo lo posible para no reconocer su existencia, pero sigue ahí, tan frió y lleno de horrores que de solo imaginar lo que pudiera pasar, un escalofrió recorre mi ser inmóvil. He visto como ha crecido por tanto tiempo que deje de contar los años desde hace mucho, al principio todo era tan fácil, su cuidado no representaba ningún problema y la armonía de su encuentro con lo que lo rodeaba era tal que nadie sentía miedo al acercarse. Nunca sabré que fue lo que paso, he visto su crueldad y la forma en que se odia a si mismo pero también he visto su bondad y como da su vida por causas nobles, llenas de valor y, me pregunto cómo es posible que algo pueda ser dos cosas al mismo tiempo. Aun recuerdo que dentro de el existía un alma, no sé si aun la tenga o solo quedo callada, en silencio, muriendo lentamente anhelando su libertad; espero que esto termine, no quisiera que dejara de existir aunque él ha provocado que solo la tierra guarde en sus memorias los recuerdos de los que una vez fueron. Poco a poco ha ido acabando con todo, inclusive consigo mismo, se ha olvidado de quien era, se ha concentrado tanto en tener un gran nombre que dejo de lado su humanidad. Quisiera poder hablarle, decirle que aun hay salida a su mundo artificial, que aun existe un momento de calor dentro de lo que el destruye, pero no puedo, tan solo quedo aquí, gritando en silencio, ahogando mi dolor de una forma casi imperceptible. Si tan solo el volteara su vista al color que dejo de ver, si tan solo volviera a escuchar la melodía que perdió, el mundo regresaría, se convertiría en su salvador, dejaría de lado toda su miseria y colmaría de felicidad a todos, inclusive a el mismo. Tal vez ese tiempo no esté muy lejano, aunque para que pase tenga casi que acabar consigo mismo y, en la cenizas de lo que fue, renazca de su cascaron amargo, podrido y sin vida.
Todos los de mi especie sabíamos hablar con gran fluidez pero nos callamos desde aquel día en que cruelmente intentaron quedarse con nuestra alma. En muchas ocasiones lo consiguieron; no cortando nuestras ramas y nuestros tallos pero si al envenenar nuestro aire con sus grandes maquinas que nos impedían crecer. Ellos sabían que nuestro deseo siempre ha sido poder alcanzar el cielo pero lo ignoraron, como crueles verdugos fueron quebrantándonos uno a uno de formas diferentes cada ocasión. ¿Estar muerto es mejor que no ser nada? Me preguntaba al sentir que mi hora se acercaba, uno a uno mis amigos me dejaban solo. La mañana apenas se anunciaba con sus tenues luces; el tiempo nunca ha significado lo mismo para nosotros que para ellos, nosotros no lo medimos de la misma forma en que ellos lo hacen; su tiempo tiene días, horas, minutos, segundos; el nuestro tiene momentos, tristezas, alegrías, recuerdos, emociones, así es como medimos nuestra vida, así es como ellos solían medirla antes. Cuando creí que el momento de reunirme con mis amigos había llegado, me di cuenta de que ya no venia nadie hacia mí, ni un sonido, ni una palabra, ni una sombra o silueta alrededor, tan solo yo, aquí, no sé si era una bendición, o una tortura peor de la que fueron víctimas mis amigos. Mi tiempo empezaba a pasar ahora como el de ellos, vacio, se sentía como si mi corazón ignorase el tiempo para avanzar más rápidamente; ¿pero avanzar a qué? La soledad siempre ha sido buena para reflexionar sin embargo el exceso de ella hace que poco a poco se le vaya escapando el alma. Si bien dicen que el sueño es hermano de la muerte bien podría decir que la soledad es su prima cercana y que al estar en brazos de ella uno anhelase pronto estar con cualquiera de esos dos hermanos.
Encontré una ventaja a mi soledad, al principio me dio miedo que alguien me escuchase pero después de tantos años de estar solo entendí que nadie volvería y así sin nada que perder, volví a hablar, el primer día solo murmure una o dos palabras, con el paso de los días mi hablar era tan fluido que en ocasiones me hacia olvidar mi soledad; me contaba a mi mismo las viejas historias de la creación, de cómo todo comenzó, hacia como si mis amigos todavía estuviesen aquí y les contaba como había estado todo desde que se fueron y lo difícil que había sido para mí quedarme sin ellos, les contaba de cómo aun quería alcanzar el cielo y que algún día podría lograrlo; pero en ocasiones cuando la noche era demasiado obscura y la luna descansaba, me daba cuenta que todo era una gran falacia, que nada era real , había veces que dudaba de mi propia existencia.
Un día mientras le contaba a mis amigos imaginarios lo mucho que me aburría ver salir al sol siempre del mismo lado, escuche un pequeño llanto, de momento no sabía si era algo real o solo una jugarreta de mi imaginación pero cuando voltee a mirar que era, me di cuenta de que un pequeño niño se había recostado bajo mi sombra, llorando exhausto, no sabía qué hacer, sentía mucho miedo pues creí que intentaría tirarme o arrancar cada una de mis hojas como lo hicieron con mis amigos pero al verlo tan triste me di cuenta de que era inofensivo; de repente, se levanto y me miro con cierta extrañeza, lo cual me puso nervioso, pero lo que me dejo paralizado fue el hecho de que me preguntase – ¿con quién hablabas? -. ¿Me escucho mientras hablaba en mis delirios? Que iba a hacer ahora, pensé en ignorarlo pero empezó a subirse por mis ramas y se acerco mas y mas para volver a preguntarme con quien hablaba; en un acto de total locura por qué no lo podría definir de otra forma, le respondí con otra pregunta, ¿ por qué lloras?, su rostro se torno triste y unas pequeñas lagrimas empezaron a rodar por sus mejillas mientras me respondía – me he perdido-, lo primero que se me ocurrió decirle fue, vuelve al camino que tenias pero el solo me miro y sus ojos hablaron por él, sabía que tenía miedo, apenas era un niño, le dije que no tuviera miedo que todo estaría bien; en un intento por calmarlo le empecé a contar mis historias, el respondió afablemente, al parecer mis historias lo calmaban. Las primeras estrellas del cielo empezaban a anunciar la llegada de la noche, el pequeño niño casi se quedaba dormido en mi regazo si no es por una voz desesperada que gritaba con gran ahincó, - Adán, Adán- el niño somnoliento levanto la cabeza buscando de donde venia la voz; antes de que llegaran al encuentro del niño, le dije en un susurro, no le digas a nadie que puedo hablar, el solo se quedo callado. – te encontré- decía aquel hombre mientras abrazaba al niño muy fuertemente, y fue ahí donde me di cuenta de que yo también había sido encontrado por aquel niño desorientado; mientras lo cargaba en sus brazos, el niño se voltio hacia mí y en un hilo de voz me dijo – volveré- una sensación casi indescriptible se apodero de mi, quería arrancar mis raíces y bailar de emoción pero solo pude agitar un poco mis ramas mientras lo veía desaparecer en la noche.
El sol iluminaba de una forma distinta la pequeña colina donde me encontraba, como si se encontrase cansado de su incesante recorrido por el cielo e intentara escapar hacia otro lugar, haciendo más tenues sus rayos, pero con la suficiente fuerza para proyectar una larga sombra que al notarla seguí con la mirada. Mientras intentaba darle forma, un viento ligero empezó a agitar mis ramas, y cuando llegue al origen de aquella sombra entreví que una pequeña mano me saludaba, entonces comprendí que aquella sombra era la de ese pequeño niño. Cuando llego hasta donde me encontraba, en su rostro se formo una sonrisa tan grande que creí se le caería de la cara, - hola- me dijo, mientras volvía a trepar mis ramas, parecía que se encontraba muy a gusto entre ellas y, a mi no me molestaba que lo hiciera. -Hola, ¿ya te sientes mejor?- le pregunte. Se quedo callado unos segundos, después se volteo hacia mi intentando buscarme un rostro, pero al no hallarlo simplemente me contesto que todo estaba bien, que su padre vino por un tiempo a un cabaña que tenía cerca de estos lugares y que al salir a jugar, se perdió e intento volver a casa pero no pudo encontrar el camino de regreso, me dijo que tenía mucha hambre y sueño pero cuando escucho mi voz corrió creyendo que era la voz de su padre, y al ayarme a mí, le dio curiosidad oírme hablar pues nunca antes había oído a un árbol; me dio las gracia por haber cuidado de él; no sabía que decir, por primera vez después de tanto tiempo volví a quedar en silencio. Me pregunto por qué estaba tan solo, no pude evitar la nostalgia al contarle todo lo sucedido. Al terminar de narrarle todo, el se bajo de mis ramas y me dio un fuerte abrazo, me dijo que él también se sentía solo desde que su madre se marcho, que no tuviera miedo que todo estaría bien y que no me preocupara por estar solo pues el seria ahora mi amigo; no sabía si creerlo o no, sin embargo esas fueron las palabras más hermosas que jamás había oído de un humano, y armándome de todo el valor que me quedaba le respondí que sí. Me dijo que tenía que marcharse, que no quería que su padre se preocupase otra vez por el pero que siempre vendría a verme. No tenía rostro y aun así imaginaba que una gran sonrisa como la de aquel niño se marcaba en mí. Conforme se alejaba, su sombra se iba haciendo más y más pequeña, y yo intentaba alzar mi mirada solo para verla por un segundo más.
Cada mañana el niño seguía viniendo a visitarme, me contaba de cómo era la vida con su papa, de cómo habían sido las cosas antes y después de que su madre se fuera, de cómo su papa decidió salir de la ciudad y venir aquí y yo le contaba siempre una historia diferente, le hablaba de los días en que las estrellas parecían bailar con la noche, de los momentos en que el viento era tan fuerte que parecía un señor furioso gritando sin control, de las veces en que la lluvia rosaba mis hojas y refrescaba mi cuerpo. El tiempo volvía a sentirse como antes y sin duda este pequeño momento se estaba convirtiendo en uno de los mejores de mi vida. Siempre esperaba su sombra que me anunciaba su llegada y me mostraba su hasta luego. Nuestros corazones se acercaban más y más. Una paz que no conocía hacia que los momentos de soledad solo fueran un vago recuerdo.
Su sombra se acercaba como siempre hacia mí, pero al llegar conmigo me percate de que se veía igual de triste que aquella vez que lo conocí En mi corazón entendía que ese día llegaría tarde o temprano, pero prefería ignorarlo, tan solo quería disfrutar todo el tiempo posible la compañía que me brindaba ese niño, mi amigo. Me dijo que no podría volver a verme que tenia que regresar con su papa, sus lagrimas no dejaban de brotar, corrió hacia mí y me abrazo con todas sus fuerzas, yo quería abrazarlo también pero solo pude quedarme ahí, inmóvil, con una mezcla de sentimientos que no podía contener y empecé a llorar de la única forma que se, en silencio; el niño se agacho para tomar una de mis hojas que se habían caído con la llegada del otoño mientras me decía –nunca te olvidare- , dio media vuelta y mientras su sombra se perdía entre la nada, susurre, -yo tampoco-.
Espere mucho tiempo, pero el niño jamás regreso, y yo seguía con la misma pregunta, ¿Por qué razón seguía aquí?, me lo preguntaba a cada momento. rogaba todas las noches a la luna que acabara con mi dolor, pero nunca respondía; hasta ese día donde un viejo leñador con una barba roída se acerco a mí con el objeto que me libraría de mi sufrimiento; uno a uno, los golpes que daba en mi con su afilada muerte, debilitaban mis fuerzas, me destrozaban tan enérgicamente que el dolor no fue mucho, de todas formas ya estaba muriendo, me decía en mis adentros, mi hora había llegado, el momento de reunirme con mis viejos amigos estaba muy cerca, sentí el último golpe mientras mi visión se iba cerrando y lo único que pensé en mi último aliento fue en volver a ver esa sombre que me llenaba de alegría.
Todo era demasiado obscuro aquí, me sentía más pequeño de lo normal, pero también, más ligero, ¿este era el cielo? me preguntaba mientras intentaba hallar una luz en medio de tantas tinieblas. De repente alguien abrió una puerta a la luz, los primeros destellos me cegaron momentáneamente pero al recuperar mi vista note que ya no me hallaba en la colina, sino en un lugar cerrado, con muros y un techo, entonces sentí como algo empezaba a rayar mi cuerpo, era algo incomodo, pero no me causaba ningún dolor, quise ver quién era el que hacia eso en mi cuerpo, en ese momento todo cobro sentido, aquel niño que una vez me encontró en la colina, ahora me encontraba perdido en la obscuridad, se había convertido en todo un hombre y aun no perdida esa sonrisa que tanto me alegraba. Me había convertido en hojas blancas que el transformo en un cuento, pero más que eso, me devolvió la vida y me permitió tocar el cielo.
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