Atrás dejé el camino.
Me iba alejando del mundo.
Mi rostro no giraba, no miraba.
Con la cara en alto iba por otro rumbo.

Ya no quedaba tiempo, mis pies se aceleraban.
Ella también corrió sin voltear su mirada.
Tenía miedo de que su corazón fuera el que se petrificara.

Así pasaron días, quizá años o décadas.
Cada quién corría por su sendero a cuesta.
En nuestros corazones quedaba un vacío hondo.
Con lo que no contamos es con que el mundo también es redondo.

Y tuvimos que vernos, fue como la primera vez.
Ella seguía radiando, como siempre, yo nunca la olvidé.
La tomé de la mano y con agrado su mejilla besé.
Me miró a los ojos y lloró, agachó su mirada, ella de nuevo se fue.

Yo me quedé esperando, nunca me moví.
Seguía con anhelos de verla por ahí.
Fue pasando el tiempo, ella nunca volvió.
Seguro encontró a alguien más y nunca más caminó.