El perfume se instala en su cuerpo, y allí en su silla de plata la noche comienza y él, renace de su nostalgias viste con su traje azul, su camisa blanca y una corbata celeste, es joven y parece reconocer en el espejo un felino que desea cruzar el eje de su vida.
Sale de su cuarto buscando su billetera de piel de cocodrilo que Lucía le regalara cuando hiso un viaje al la isla de los cocodrilos.
Gira, y abre la puerta. Cruza el jardín que lo despide con su perfume inconfundible, el susurro del viento le advierte que la música ha comenzado a sonar en su corazón.
Avanza en busca del amor que dejo sin respuesta, en ese momento se siente fuerte, grande y autentico, la noche fresca le da ese coraje, y siente que puede, que le dirá aquello, le dirá todo lo que pueda salir de su corazón.
buscaba contar aquello que sentía, tratando de parecer sincero, que ya es distinto dentro de su corazón, que cambio para bien de los dos. Qué extraño se sentía al pensar de esa manera,
Bajo las guirnaldas de la plaza lo detuvo un pensamiento, se sentó en el primer banco y sintió sonar las campanas de su alma o de su interior, quiso escapar de esa entonación de iglesia, y pecado, pero lo detuvo un tango que lo sorprendió en medio de la plaza, un hombre con su bandoneón tocaba.” Por qué la quise tanto” si hoy no la quiero.
Corrió hasta quedar sin aliento, no podría jamás decirle la verdad porque él nunca la encontró.
Vagaba en su pensamiento desde siempre, oscuro, claro sin ningún valor para discernir ese estupor de su incongruencia.
Se alejó llevado por la noche sin volver los ojos atrás nunca más.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI-
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