Distingo apenas el par de ojos pícaros que se asoman juguetones tras el mechón de pelo castaño que cae en cascada hasta los hombros, delicioso inicio del recorrido más esperanzador para cualquier mirada indiscreta que se arriesgue al descenso en ese sinuoso precipicio lúbrico.
La piel tiene un gris mortecino por la escasez de luz y no me ha dejado describir a cabalidad cuál es su color. Ahora, una vez encendida, adquirió un tono que de todos modos tampoco he sabido interpretar.
Como las caricias no requieren de brillanteces puedo determinar que la dermis es tersa, y tibia aún se le percibe frágil, pero me consta que es firme. Sobran razones para arrojarle mis deseos somáticos sin represión y sin que me importe la posterior impertinencia de la carga moral.
Bien pudo llamarse Gloria porque inunda el espacio y glorifica el momento.
¿Cómo podría alguien no sucumbir? ¿Puede amársele a semejante criatura?
Puede que la belleza exterior no tenga que ver necesariamente con el amor, eso lo entiendo, sin embargo queda la posibilidad.
Mucho en ella es, siento decirlo, superficialidad que dimana como si fuese parte de sus fluidos corporales y que expele como producto de su respiración.
No puede, ni creo que albergue alguna pretensión de ocultar la obscena frivolidad que le desnuda por dentro y la viste por fuera. Esta sociedad cambió su alma por una utilitaria memoria virtual hecha para grabar y repetir lo que convenientemente se le venda.
Es objeto de deseo que cumple sobremanera con su papel y consumidora irredimible. La critico porque representa el pináculo de la sociedad de mercado, donde el cuerpo se convierte en el objeto del máximo valor comercial, en tanto que, en proporción inversa, es devaluado en su esencia humana hasta el punto de perder toda dignidad.
¡Ah, pero aquí estoy! Complacido por los favores recibidos, con el cuerpo solaz y la conciencia ahogada bajo la almohada, escurriendo algo semejante a la felicidad y perseguido por aquello que se parece al remordimiento. ¿Qué hago entonces lamentándome de lo que tengo y a la vez de lo que me falta? Francamente no lo sé. He caído en la trampa atraído por el queso y me he vuelto tan hipócrita como una buena parte de mis congéneres, como la peor.
Simplemente ella es lo que aparenta, mientras que yo no sé si alcance a ser lo que pretendo.
Pagué la cuota y usé la mercancía. Ya mi tiempo se agotó.
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