Era un lunes otoñal, temprano, caminaba sin rumbo por ese Santiago que se negaba a descansar del cese del ruido. Entre ese mar de ruidos que tocaba, las hojas que mis pies olían, y esas grises nubes que mi lengua probaba, tres niños caminaban rumbo a la escuela, dos de ellos mandando mensajes de textos por sus celulares, mientras que el último jugaba con un yoyo. Los dos se voltearon y le quedaron mirando feo mientras replicaron: ¿Por qué no has respondido los mensajes de tu celular?, él le respondió: ¿Qué es un celular?
Me quedé mirándolo con una sonrisa, convenciéndome de que todavía hay motivos que le dan vida a este mundo.