Multitudes, en cada cosa que se mire;
Multitudes que conforman la realidad de las cosas, independientes, autónomas y sin embargo unidas e indefectiblemente relacionadas.
Multitudes de espacios, de gentes, de vidas y sucesos que se entrelazan más allá de cualquier tiempo.
En un parque de Croacia hay niños que juegan a la pelota ajenos a la tierra que pisan, gritan, corren y sueñan con ser mayores mientras una hoja cae de su árbol madre, silenciosa, casi oculta en su disimulo, humilde en su vuelo.
Años atrás, en ese mismo parque un franco tirador segaba la vida del miliciano con un certero disparo.
Ayer su corazón atravesado regaba de sangre justo el sitio donde hoy dejará su huella un niño jugando a la pelota;
En la misma tierra donde mañana se posará otra hoja.
Y mira, más allá del parque, allí donde la ciudad lejana se vela de grises y violetas; Todo tan gris como los uniformes de una guerra, todo tan violeta como las flores de sus entierros; Ciudad repleta de multitudes que caminan por sus rumbos y se ocupan cada uno de sus cosas, que un día también jugaron a ser niños que sueñan, que corren y gritan...
Y algunos, quizás, mañana quitaran una vida;
Y, de seguro, todos se posarán en el suelo.
Mientras tanto, otras hojas vuelan trazando las indestructibles trayectorias
que les depara la multitud de sus destinos ya escritos, para descubrir su sitio definitivo en la tierra.
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