Me he quedado sin musas, porque mis musas provenían del sufrimiento. Diría que al fin me quitaron las ganas de amarte, porque ya no siento nada.
Se me fueron las ganas de besar los labios correctos, estoy en ese lugar al que llegamos cuando cruzamos el puente del amor y llegamos a la tierra del odio.
Tu media sonrisa se me aparece en cada momento que puedo recordarla, y las lagrimas que se esfuerzan por no salir, también son tuyas.
Tuyo es todo escalofrío y aceleramiento de bombeador de sangre.
Pero solo en esta distancia te venero a momentos, porque si estuvieras aun a mi lado no quisiera estar entre tus brazos.
Y llegan otros tratando de ocupar tu lugar, pero ya le jure a tus labios que nunca amaría igual.
Aunque me haya distraído en el trayecto, mi vida se tratara de recordarte como la única vez que supe amar, que lloré incansablemente, y que fui totalmente estúpida.
La última vez que me fui, no lloré porque lo entendí, entendí que éramos de esos amores bellos pero imposibles.
Si algún día después nos encontramos sería lindo sentir ese alón en el pecho, o también el no sentir nada.
Y pues nada, te amé porque quise, por idiota, porque eras lo más cercano a mi perfección, porque cada vez que nos mirábamos era como verse en un espejo, en todo el sentido de la palabra, éramos el uno para el otro, tan parecidos que nuestros demonios no se soportaron, tu demonio era orgulloso y el mío era rencoroso, por esos tuvimos que morir, porque nuestro nacimiento fue perfecto, pero nuestra vida fue amarga.