(Las venas del Universo, segunda parte).
Después observar por la ventana, el pulsar sanguíneo de las venas del Universo en su latido incesante, Orión se dispuso a hacer sus labores diarias; a su lado se encontraba una impresora, dentro de la cual en un dispositivo que se encontraba en la parte superior colocó polvo de plástico y metal...
Pulsó el botón de inicio y poco a poco, capa tras capa, se rebeló ante él un arma de alto calibre; la sacó de la impresora y pensó que tenia frente a él, un objeto capaz de cegar con cualquiera de sus tiros, en un abrir y cerrar de ojos el alma humana, posterior a esto repitió el proceso una y otra vez durante cinco horas.
Entonces, limpió la impresora con un trapo húmedo, colocó en el dispositivo superior un polvo de apariencia extraña de color anaranjado, programó algo y poco a poco, capa tras capa se rebeló ante él un pollo asado.
Limpió nuevamente la impresora con la franela mojada que había utilizado anteriormente, colocó un polvo azul marino con plateado de apariencia metálica en el recipiente de la parte de arriba, realizó la programación necesaria y poco a poco, capa tras capa apareció un libro que mostraba en su portada las lunas de la constelación de Orión (sus padres le habían puesto ese nombre por esta razón).
Reflexionó que un objeto tan simple como esa impresora, tenia dentro de si el poder de destruir, mantener o hacer disfrutable la vida humana.
Sacó el libro de la impresora, unos cubiertos de uno de los muebles del módulo intergaláctico, un refresco de la nevera y se sentó a leer mientras comía durante la hora que tenia para almorzar...
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