El reencuentro

—Hola, perdona espero que no te moleste. Creo que te conozco. Sí... siempre paso por aquí a la misma hora, y de verdad que constantemente quise atreverme a preguntarte. Me suena mucho tu cara.
—Me recuerdas mucho a una chica que conocí en mi juventud.
—¿Eres tú verdad?
—Qué bien… estaba yo con un miedo de hacer el ridículo. No veas lo que me ha costado decidirme.
—¿Estás bien, estás casada, pareja, tienes hijos?
—Cuanto me alegro por ti.
—Sabes qué fuiste mi primer amor ¿verdad?
—Sí, sí, con el tiempo conseguí olvidar mi amor por ti.
—La verdad es algo extraño, la edad, la madurez te hace pensar en lo que fue…
—No he conseguido olvidarte del todo ya que pienso en ti a veces, y una sonrisa se dibuja en mi boca.
—¡No, no! vayas a pensar que me rió de lo nuestro, pero si lo recuerdo con cariño.
—¡Sabes! En cuanto me dejaste lo pasé fatal, adelgacé una barbaridad, casi caigo enfermo, pero ya ves, ahora estoy casado y hace casi 30 años ya.
—¡No, no! fue un amor como el nuestro ni mucho menos. Es algo diferente, no mejor, ni peor. Más calmado, más lento, nada de un flechazo igual que lo nuestro.
—Cuanto me alegro de veras de verte tan bien, te deseo lo mejor. Adiós…

—¡Pero, hombre! ya está bien de acaparar el baño que necesito entrar, ¡venga ya!
El hombre en un rápido movimiento metió la foto en su secreto escondite. Detrás del lavabo encastado.
En cuanto hubo salido del aseo la mujer fue a hurgar detrás del lavabo, tomó la fotografía donde se veía una chica joven vestida al estilo de los setenta con una sonrisa muy feliz, en donde una dedicatoria ponía lo siguiente:
“Para Juan de su amiga Irene 17/05/1977”
—Irene querida amiga, tú fuisteis la primera, pero ahora está casado conmigo. No lo olvides.
Le dio un beso a la foto para luego devolverla a su lugar secreto.

Fin.
J.M. Martínez Pedrós.