Noche,
dolor parido
por el pecho triturado
de renegridas uvas
hecho vino.
Manto oscuro de espinas, tu recuerdo,
que abren en mi alma heridas rojas
que sangran como ventanas enceguecidas.

Noche,
alarido arrancado a las miradas tristes,
al vacío sin sentido,
luciérnagas asustadas
que se escarchan en el olvido.

La noche es así de terrible sin vos,
es un vaho ácido de ausencias.

¡Te quiero!
¡Te extraño!

Y no puedo, no puedo.
Y entrego mustia mi alma
a los malditos dioses del averno.
¡Que la quemen, que la quemen!
Es menos doloroso
que esta sabana fría y hueca
sin tu calor,
sin tus olores.

Te extraño, te quiero
y suicido los despojos de mi carne,
el alma feneció de tanta espera imposible.
No vuelves…no vuelves,
somos ya dos perfectos desconocidos
en esta macabra danza de amores en estampidas.