Quito mi boca domada del azul anochado,
martillado por tus besos
agridulce de sabores.
Saco mis manos tibias aún
de la blanca piel de tus pechos.
Guardo en el recuerdo
tus gemidos y tus olores.
Cierro mis ojos exhaustos de miradas amorosas
y me dejo caer libre a levitar
en el vacío del limbo.
Vos te levantas
con esa sonrisa que dice todo
y al baño vas decidida
a enjuagar los jugos lujuriosos y noctámbulos.
Después te vistes,
me besas la frente con frío cariño,
levantas el dinero de la mesa de luz
y como siempre,
antes de cerrar la puerta,
repites tu frase publicitaria:
“Si me necesitas,
no dudes…¡ llámame, estoy para servirte!.
Texto agregado el 27-08-2004, y leído por 338
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