Recién graduado de la escuela de oficiales de la policía de su país. José Antonio, graduado con honores en la academia rogaba que lo asignaran a una división donde pudiera demostrar lo buen policía que era. Se sintió feliz cuando le salió su destaque a una de las divisiones “más calientes” de la policía, era la División contra el narcotráfico. Así empezó su nueva vida en esta área donde nunca faltaba la acción. Participó en decenas de operativos para desbaratar una serie de pequeñas bandas de la ciudad que se dedicaban a comercializar drogas al por menor en los lugares más peligrosos y sórdidos de la ciudad. Hasta que un día, casi de casualidad le dieron un dato, se trataba de algo grande. Resulta que uno de los barones más importantes de la zona norte del país había sido asesinado. Era producto de una lucha entre clanes por controlar el poder de la zona. Su gente en venganza filtró un dato sobre la otra banda. Revelaron que la mujer del capo de la banda que asesino al barón de la droga vivía en Lima. Dieron la dirección y es más decían que ella recibía una gran cantidad de cocaína de altísima pureza. A pesar de que la policía había realizado más de un allanamiento al lugar nunca habían podido descubrir nada. Pero el secreto era que en la piscina que tenían en su mansión, había una piscina y que justamente si se buceaba en ella se encontraría una pequeña compuerta que supuestamente daba al cuarto de máquinas de la piscina y que por allí había una entrada secreta que daba con una pequeña habitación donde se guardaba la droga y el dinero. La policía había buscado por todas partes, incluso con perros especializados en olfatear la droga, pero gracias a esa entrada que ponía a la piscina de por medio jamás la habían podido encontrar. Y además le dijeron que dentro de una semana le llegaría un tremendo cargamento a aquella mujer, más de mil kilos de droga de altísima pureza. Toda esa información se la hicieron llegar a este joven oficial, él que no conteniendo su emoción la puso a disposición de su jefe inmediato, el capitán Márquez. Este oficial escucho con mucha atención cada detalle que le proporcionaba el teniente José Antonio. Lo primero que le dijo es que no hablara con nadie, que no se preocupara, que él sería quien iba a organizar el operativo y que por supuesto todo el crédito sería para él. Así que José Antonio lo dejo todo en manos de su capitán. Llegado el día un grupo de solo 5 policías donde estaba incluido José Antonio, recibió la orden de que daría el golpe esa madrugada. En efecto, llegado el momento tomaron por asalto la mansión y sin mayor problema redujeron a los cuatro delincuentes que en ese momento fueron sorprendidos durmiendo en la casona después de haber participado en una noche de fiesta y alcohol. Para sorpresa de los adormilados delincuentes, estaba vez a diferencia de la vez pasada se fueron derechito al cuarto de máquinas de la piscina, para eso tuvieron que bucear y entrar por la compuerta secreta. Solo ingresaron José Antonio y su capitán, los otros tres policías se quedaron custodiando a los malhechores. Sin mayor esfuerzo llegaron a la habitación y encontraron una gran cantidad de droga en envoltorios de plástico, eran como ladrillos. Y además había centenas de fajos de billetes de a cien dólares. A simple vista allí había más de un millòn de dólares. José Antonio estaba eufórico con el hallazgo, se imaginaba los grandes titulares para mañana y un ascenso meteórico en su carrera de policía. Metieron todo el dinero en una bolsa de plástico y cuando José Antonio se disponía a guardar la droga, el capitán le espeto en voz alta “No sea cojudo, teniente. A estos miserables solo se les toca o el dinero o la droga. No las dos cosas a la vez. Sino los dejamos fuera de circulación. Así les damos chance para que sigan produciendo para la próxima batida” José Antonio entendió por primera vez, porque este había sido un operativo ultra-secreto- Tan secreto que nadie se iba a enterar a cambio de un botín para ellos.