...El dolor de mis rodillas era demasiado y casi me atropellaba la gente que corria para ponerse a salvo, para mi era como estar viviendo en camara lenta, pues veia los pies de la gente que casi me pisaba,escuchaba los gritos muy a lo lejos, al otro lado de la acera un par de niñas pequeñas con las mejillas sucias y los pies descalzos gritaba el nombre de su madre. Mi amigo Ángel me ayudó a incorporarme. Me tomó del brazo y asi pude ponerme de pie.
-¿Estas bien?
-Solo un poco sacudido.
-Ven por aqui antes de que te tiren de nuevo.
Ángel era un par de años más grande que yo, sin dejar de mencionar que tiene unos 20 kilos de sobrepeso y mide casi 1.80 (todo un ropero), me tomó por los hombros mientras la gente corría a travez de la calle y caminamos hasta la entrada de una iglesia.
Mis rodillas tenian raspones grandes, no pude verlos, pero por las manchas de mis pantalones era evidente.
Un estruendo nos sacudio de pies a cabeza y nos puso los cabellos de punta, de las nubes se desprendía la tormenta electrica más grande que he visto.
-Mira las puertas estan abiertas. Tal vez puedas descansar un poco.-Me dijo señalando hacia la iglesia-Los religiosos no pueden negarse a un favor ¿verdad?
-No lo se pero podemos intentar.
Caminamos lentamente hasta la puerta de madera, grande y con diminutos agujeros, señal inequívoca de que habia sido deborada por polillas. Ahi tapando las entradas habia una monja bloqueando el camino.
-Oh querida madre seria tan amable de dejarnos pasar a su morada, mi amigo necesita ayuda y un descanso le vendría bien, tal vez algo de comer y atención médica basica, se lo imploro su majestad.- Ángel nunca fue ni cercano a la religión (un ateo gracias a dios como siempre se declaró) y algunas veces no podia evitar hablar en ese tono sarcastico.
-No hay lugar.-Nos respondio la religiosa.
-No le haga caso, este es un idiota facil de controlar.-Le dije intentando apelar a su desición.
Me miró muy fijamente a los ojos he hizo una mueca que le dejaba ver cierto alivio.
-Ademas mireme, necesito un lugar para atender mis rodillas.
-Claro pasen, pasen- Su cambio opinión se me hizo muy repentino, casi sospechoso, pero ahora podia sentarme un momento y relajarme. Al poner los pies dentro de la iglesia sentí un escalofrio, pero Ángel estaba detras de mi sosteninendome, nos sentamos en la primera banca que encontramos, otras dos monjas se aproximaron y comenzaron a murmurar entre ellas, se separaron y una se acercó a nosotros.
-Yo soy la madre Sofía, vengan conmigo.- me levanté de la banca y pude ver como las otras monjas ya estaban en la puerta de entrada, tomaron unos candados muy grandes y los colocaron cerrando el paso.
-¿No podemos quedarnos aqui madre Sofía?- Le pregunté con cierto miedo que se reflejaba en la voz.
-No es seguro, vengan conmigo.
Caminamos detrás de ella y todo se volvió aún más extraño pues en las paredes no habia cuadros o ilustraciones, ni santos de tamaño real como es común en cualquier templo, solo había un crucifijo en el altar pricipal. Las paredes comenzaron a moverse, casi a punto de caer, un poco de polvo y arena caia en nuestra cabeza, por un momento tuve la certeza de que moriría aplastado en ese lugar, pero la monja ni siquiera se inmutó.
-Madre este es un lugar seguro, ¿verdad?-Le preguntó Ángel- Ya sabe cumple con las reglas de protección civil. ¿verdad?- pero no recibio respuesta alguna. Fuimos hasta el confesionario, la pequeña caseta que estaba a un lado del altar principal. La monja abrió las puertas y quitó la silla donde se sientan los padres, quedó al descubierto una pequeña puerta, sacó una llave bastante extraña, la cual introdujo en la cerradura. Al abrir se escapó un intoxicante olor a lilis.
-Entren-nos ordenó.-aqui estaran seguros.
Sus palabran no fueron cuestionadas, casi sin voluntad entramos por la puerta, una escalera en penumbra nos condujo a un nivel inferior.
El subterraneo era como un espejo de la iglesia, pues mis pies tocaban el techo en lugar del piso y lo que era el piso se encontraba por encima de mi cabeza. El olor a lilis continuaba en el aire, y la obscuridad era interrumpida por antorchas que estaban en las paredes.
Una monja se acercó a nosotros, no estoy seguro de como era por que tenía un brillo propio, al intentar ver a su cara quedé deslumbrado, fué como intentar ver directamente al sol, pero estaba vestida completamente de blanco y sus pasos eran tan suaves que no hacían ruido al caminar.
-Vengan conmigo por favor, siganme.
Las dudas me llegaron por todas partes, todo tipo de cuestiones, sobre el lugar y sobre ella misma, pero no tuve palabras. Caminamos por un pasillo muy ancho que estaba dividido por la mitad por muchas mesitas, sobre ellas un sin fin de articulos religiosos, como cruces partidas por la mitad, grandes rosarios con cuentas faltantes, montones de biblias viejas y apelmazadas, vestimentas religiosas hechas con hilos dorados y plateados, figuritas de niños dios a las que les faltaban manos o pies y que estaban decolorados por el sol y un sinfín de pinturas con santos. Aún con sus fallas o defectos cada objeto parecia ser venerado pues tenían por lo menos una veladora encendida que iluminaba un poco más el camino. Sin embargo noté un ambiente muy lúgubre, no se si fuí solo yo pero comencé a sentir mis pies pesados, cada paso era como un castigo. La monja nos condujo a una parte que estaba dividida por una larga cortina roja, al apartarla nos indico que siguieramos esta vez por delante de ella "no los quiero a mis espaldas, tengo que vigilarlos", en esa parte estabán muchas camas, todas ocupadas algunas por personas con una evidente posesión demoniaca, pues estaban atados de pies y manos, gritaban insultos y blasfemias mientras los padres a su alrededor les arrojaban agua bendita. Otras se encontraban con personas agonizantes, lo se por que la mitad de ellas ya estaban cubiertas con sabanas sobre su rostro. Pero en una de ellas nos detuvimos, una mujer con un habito en color morado hablaba latín (o eso me pareció), estaba sentada en la cama y al verme me tomó por el cuello de la playera.
-Mirame a los ojos-me susuró, pero me negué, el terror ya era mucho para mi, cerré los ojos y moví la cabeza lentamente de derecha a izquierda, con los ojos cerrados y las manos sudando no pude evitar recordar cuando era niño, cuando me escondía debajo de la cama, muerto de miedo, esperando a que el sol saliera de nuevo y se llevara a la noche de mi casa. Pero una voz me regresó al presente."MIII-RAA-MEE". Bajé la cabeza y abrí los ojos, respire profundamente, si había de hacer algo en contra de mi voluntad me tomaria mi tiempo. Poco a poco subí la mirada, vi el cubre-cama blanco y con unas pequeñas manchitas rojas, del solo pensar que podia ser sangre.... luego estaba el hábito de la mujer, se notaba claramente desgastado, subi la mirada por el lazo que rodeaba su cintura, luego su pecho, su cuello con abundantes arrugas, sus hombros y subí hasta sus manos que relucian de pálidas de las que resaltaban sus venas con un tono verduzco, luego hasta sus mejillas y sus ojos que me causaron un alivio, pues tenia los ojos de una niña, eran cafés y muy claros, un brillo especial los cubría, era como ver su alma pero al verlos mas profundamente vi mi reflejo, yo era el que se notaba mal, por la cara me cubrian unas manchas grandes, no tenía cabello y al sonreir solo vi dos dientes, mis ojos estaban opacos, debajo de ellos bolsas y ojeras al momento que una lagrima de sangre saltó.
Como pude me solté de ella y me tallé los ojos, sentí los brazos de Ángel sosteniendome.
-¿que te pasa estas bien?- me dijo
La mujer vestida de morado le dió una orden a la de blanco, la cual se fue corriendo inmediatamente.
Me incorporé y en ese momento comenzó a moverse el piso, las paredes crijian, Ángel me tomó del brazo nuevamente.
-Hay que salir de aqui, rapido! |