—Estese quieto que se va a lastimar —me dijo una voz varonil y autoritaria.
—Mejor amárrale las manos en los barandales para que deje en paz a las sondas, ya ves que algunos pacientes se ponen muy inquietos tras la anestesia. Éste por ejemplo ya se sacó el tubo endotraqueal. —dijo el médico.
— ¿Y no hay que volver a reinstalárselo?
—No, por fortuna no fue fumador y su Espirometría es perfecta, así que espero aguante bien sin el apoyo ventilatorio.
Toda esta conversación la oía en medio de una borrachera espantosa en la noche más negra y pesada de mis 74 años, después de haber sido intervenido quirúrgicamente para colocarme tres puentes en mi cansado e isquémico corazón. Esta operación hoy tan frecuente es un magnífico logro de la ciencia humana. Eso sí, hay que pagar las consecuencias, ya que utilizan anestesia especial, pues paran el corazón aproximadamente tres horas y se vive a través de circulación extracorpórea. Yo tuve la suerte de que el cirujano cardiovascular que me tocó en el Instituto Mexicano Del Seguro Social Mexicano fue muy hábil y seguro. Pero la cruda pos anestésica y luego el dolor propio de la cirugía a pesar de potentes analgésicos no escatiman a nadie.
El segundo día postoperatorio ya en terapia intensiva, se me habían pasado los humos anestésicos y con pena recibí las reprimendas (bien merecidas) por mi mal comportamiento en la sala de recuperación.
— ¿Y cómo estoy? —pregunté.
—"Pos" igual de feo que siempre —me dijo entre risas un amigo médico.
El ayudante del cirujano, al ver la sorpresa en mis ojos tuvo la gentileza de decirme:
—Pues mira, a pesar de la noche inquieta que tuviste todo está bien, eso sí tendrás por varios días que usar una mascarilla de oxígeno.
Ambos se fueron y ya no los volví a ver hasta que me dieron de alta, estuve dos días más en terapia intensiva y después me pasaron a piso para que caminara. Quiero decirles que caminar pronto es el éxito de cualquier cirugía.
Total, la verdad, no es tan trágica ni la operación cuando está bien realizada y sobre todo planificada, ni el pos operatorio si uno le pone ganas, no es quejumbroso y sigue los consejos e indicaciones (a veces regaños) del excelente personal de enfermería.
La naturaleza es curiosa, mi corazón antes de la cirugía se había acostumbrado a manejarse con poca sangre, después de la intervención al recibir un torrente generoso del líquido en palabras vulgares “se aloca”, y necesita mínimo 4 meses para recuperar su condición normal. Mientras uno tiene poca fuerza, al hablar le sobreviene disnea (falta de aire), la mayor parte del tiempo está uno en situación horizontal, cosa que para nada me disgusta ya que me encanta leer acostado (mi bella media naranja dice que siempre he sido güevón).
Por último les diré que la palabra “infarto” ha perdido su prestigio, antes se tenía la idea que los banqueros, gerentes, gente de importancia se infartaban por su trabajo y en algo servía de consuelo decir: “le dio un infarto masivo”. Pues bien con los estudios modernos se sabe que las arterias coronarias se pueden deteriorar por la edad (ahí ni modo), pero la mayor parte de las veces o siempre se tapan por el colesterol y ácidos grasos, claro estos vienen de las sabrosísimas comidas grasosas durante toda la vida. ¿Cómo la ven? Así que un infartado se muere por “tragón”. Vale.
Héctor
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