Llegó la hora de la verdad. Las notas del segundo trimestre por fin serían reveladas. Con temor empezamos a oír promedios: 8, 4, 7, 2,5… la angustia era enorme. Juan salvó la materia con 6 (Y necesitaba esa nota, pues el trimestre pasado reprobó). Rodrigo, mi amigo, pasó en limpio con 10. Yo suspiré con tremendo alivio al escuchar 7. Sonó el timbre. Nos retiramos del salón. Ya lo peor había pasado y por fin podríamos concentrarnos en algo importante: las vacaciones. Estas venían siempre luego de la entrega de notas. ¿Qué nos esperaría esta vez? ¿Diversión? ¿Trabajo? ¿Una historia de amor…?
El primer día de vacaciones, el lunes, decidimos ir a visitar a Sergio, un amigo pescador. Cuando llegamos a su casa había un tumulto de gente afuera. Preguntamos que pasaba.
-¡Sergio encontró a una niña mientras pescaba! –nos dijo un hombre del tumulto.
-¿En serio? No te creemos.
-Pues créanlo. Eso es lo que nos dijo Sergio.
Cuando nos dijo que Sergio había dicho eso comprendimos que todo era una mentira hecha por él, pues Sergio era capaz de hacerle creer a la gente cosas descabelladas. Nos hicimos espacio entre la multitud y entramos en la casa de Sergio. Nos contó que había adoptado a una niña huérfana y la había llamado Stephany. La llamó y entró en nuestra presencia una niña de 12 años. Ojos azules, cabello castaño y tez trigueña. Sergio salió y nos dejó con la niña.
-Hola –dijo mi amigo-, soy Rodrigo.
-Hola, soy Stephany.
-Y yo soy José –tercié. Miré a mi amigo. No despegaba los ojos de ella. Busqué una razón y recordé que Rodrigo era también huérfano. Eso, y sumado al hecho de tener la misma edad, me hizo pensar que Rodrigo se había enamorado.
Pasamos todo el día ahí. Yo ayudaba a Sergio y Rodrigo hablando con Stephany. Llegaron las 4:00 PM y era hora de regresar a casa.
-Vámonos ya Rodrigo.
-No. Aún no me quiero ir.
Sergio notó lo que pasaba y se acercó.
-Veo que te gusta mi hija. Te diré algo. Si te vas ahora mismo la
pondré a estudiar en tu escuela. ¿Qué dices?
Rodrigo, ni lento ni perezoso, se levantó de inmediato.
-Vámonos José, ya es muy tarde y tenemos que regresar.
-¡Gracias a Dios! –dije.
Y así empezó la semana romántica de Rodrigo y Stephany. Todos los días Rodrigo iba a casa de Sergio a ver a Stephany. Sergio, de vez en cuando, aprovechaba el amor de Rodrigo hacia Stephany para que este le hiciera algún favor o mandado. Por ejemplo, el miércoles Sergio no quería coser su red y le pidió a Stephany que le dijera a Rodrigo que la cosiera, pues eso la haría muy feliz. Ella se lo dijo y Rodrigo lo hizo. Rodrigo hacía ciegamente lo que Stephany decía. Pero el momento cumbre de todo llegó el domingo por la tarde. Habían pasado todo el día en la playa. Nadaron, corrieron, buscaron caracolas e hicieron castillos de arena. En la tarde, mientras el sol declinaba Rodrigo y Stephany miraban el mar. Sergio estaba algo alejado de ellos guardando las cosas. Rodrigo acercó su mano a la de Stephany. La apretó suavemente. La respuesta fue que, cuando la iba a quitar, Stephany no quería soltar la mano. Rodrigo miró a Stephany y ella lo miró a él. Lentamente comenzaron a acercar sus rostros. Sergio veía todo en total silencio. Cuando sus rostros estuvieron lo suficientemente cerca, cerraron sus ojos y comenzaron a acercar sus labios. Muy, muy, pero muy lentamente. Hasta que los conectaron en un apasionado beso. Sergio solo se rió en al ver la escena. Llegó el día lunes. Las vacaciones terminaron y era hora de volver a la escuela. Como lo prometió, Sergio puso a Stephany en la misma escuela.
-Bueno –dijo la maestra presentando a la chica nueva-, ella es Stephany. Será nuestra compañera por el resto del año. Stephany, siéntate donde quieras.
-¡Aquí Stephany, a la par mía!
-Pero ahí está José.
-A él no le molestará darte su asiento, ¿verdad José?
-Bueno yo…
-¿Lo ves? ¡Está de acuerdo!
No tuve más opción que levantarme y darle mi puesto a Stephany. Me tocó sentarme en el último lugar. No podía creer lo que pasaba. Me había costado conseguir ese puesto, y en un día lo perdí. Tocaron el timbre. Era la hora del recreo. Busqué a Rodrigo para jugar futbol con otros compañeros.
-Lo siento José, hoy no podré jugar futbol contigo. Debo encontrar a Stephany. ¡Mira, ahí está! ¡Stephany, espérame!
Y Rodrigo corrió hacia Stephany. Comenzaron a caminar agarrados de la mano. No lo podía creer. Me había costado un año ser amigo de Rodrigo, ¡y en un día lo perdí por una chica!
Lo mismo pasó por el resto de la semana. El sábado, Rodrigo llegó a invitarme a visitar a Sergio.
-No lo se Rodrigo. No has estado conmigo toda la semana.
-Vamos José. Escucha. –si vienes te guardaré un asiento a mi izquierda. ¿Te parece bien?
-Bien.
-¡Excelente!
Caminamos a casa de Sergio. Al llegar notamos a Stephany con una maleta afuera de la casa. Rodrigo preguntó que pasaba.
-Nos mudamos –dijo Stephany llorando.
-¿Qué?
-El taxi viene por nosotros en una hora.
Entramos a la casa en busca de Sergio. Lo encontramos en su cuarto, empacando.
-¿Por qué se van? –preguntó Rodrigo.
-Es cuestión de trabajo. Por fin tendré un empleo con el que sacaré a Stephany adelante.
-Pero si son felices aquí.
-Lo siento Rodrigo es lo mejor para Stephany.
Sergio agarró su maleta y salió. Nosotros también salimos. Rodrigo y Stephany se juntaron y yo me alejé para dejarlos a solas.
-Así que… eso es todo.
-Eso parece.
-Te amo Rodrigo.
-Yo también te amo Stephany. El taxi llegó y subieron las maletas.
-¿Vas a pensar en mi?
-Por el resto de mi vida.
Se besaron. Sonó el claxon del taxi.
-Adiós Rodrigo.
-Adiós, mi amada.
Stephany subió al taxi Con Sergio. El vehículo arrancó y comenzó a alejarse. Mientras lo hacía las lágrimas comenzaron a aparecer en Rodrigo. Cerró los ojos y las lágrimas cayeron. Yo me acerqué a él y, como buen amigo, puse mi mano sobre su hombro.
-Ánimo Rodrigo, se que algún día la volverás a ver.
-¿En serio lo crees?
-Seguro.
-Gracias.
Nos abrazamos. El tiempo siguió su curso normal y llegó la clausura. Rodrigo obtuvo el segundo lugar y solo fue superado por mí. ¡Y eso si me sorprendió! Pero a Rodrigo no le importaba. Todo lo que quería era estar con Stephany. Y nunca perdió la esperanza de que algún día la volvería a ver.
FIN
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