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Regreso al hogar



Ya falta poco, muy poco. Esta última expedición ha sido agotadora, y la necesidad de volver a casa, de volver a verte, es cada vez mayor. Necesito sentir la calidez de mi hogar en mis ya no tan jóvenes huesos. Ya sé que no ha sido el primer viaje, ni mi ausencia la más prolongada, pero cada vez me cuesta más abandonar esta ciudad que ya siento como mía para internarme en los páramos yermos e inmaculados del Polo.

Aún recuerdo la primera vez que embarqué, que fue también la primera en que te vi, cuando Robert me obligó a seguirle en esta locura que debía ser breve y que ya se extiende por años. No se lo reprocho, es mucho lo que le debo. Me dio la oportunidad de conocer nuevos horizontes, de llegar donde ningún otro hombre había llegado antes; pero lo más importante, me trajo hasta ti. ¡Cuántas veces había intentado arrastrarme con él sin éxito…! Hasta que me habló de ti. De tu belleza. De tu singularidad. De tus encomiables valores. De tu imponente presencia. Debía verte con mis propios ojos, me enamoré de ti sólo por sus palabras… Y, aun así, todo cuanto me había dicho, era poco. “Ahí la tienes, Matt”, me dijo, señalándote desde lejos. Y yo, mudo, absorto en tu contemplación, no pude sino quedarme allí, mirándote sin disimulo, mientras tú permanecías con la vista perdida en el horizonte.

Subimos a bordo, y en esa primera travesía avasallé a Robert con mil preguntas. Quería saber todo cuanto pudiera sobre ti. Así me enteré que habías llegado por mar, al igual que yo me alejaba de ti, hacía apenas unos años. Que tu padre se llamaba Frédéric. Que habías venido para quedarte. “Una maravilla del viejo continente”, decía el almirante, riendo. “Desde luego que sí”, contestaba yo. Desde luego que sí.

Durante meses no vi otra cosa que a los hombres que nos acompañaban en nuestra aventura y una insondable extensión de hielo y nieve frente a nosotros. Yo no podía quitarme tu imagen de la cabeza, y tú… Tú ni sabías que existía. Regresamos, y mi espíritu se enaltecía a medida que nos acercábamos a tierra firme. No pude quedarme en la ciudad, aunque era mi deseo más profundo. Robert lo sabía. Sabía que no podía llevarme a ver con mis propios ojos las grandezas que puede realizar el hombre, conocer el regocijo del alma al ver la inmensidad de la creación de Dios, desvelarme lo más hermoso que nunca haya podido contemplar, y luego devolverme a mi pequeña granja. Por eso volvió a buscarme. Me prometió que, a nuestra vuelta, gracias a la fama que adquiriríamos, podría afincarme donde deseara. Por eso no dudé en seguirle al mismísimo infierno helado, si con ello conseguía estar cerca de ti.

Pero los viajes no cesaban. ¿Qué te voy a decir que no sepas, si no hubo una sola vez que no me vieras partir? Y yo me veía obligado a despedirme, cada vez con más congoja en el corazón. Robert, en cambio, disfrutaba con nuestra partida. Los Inut habían sido muy hospitalarios con nosotros… Demasiado, a decir verdad. Miy Paluk, me llaman… Todos excepto uno, de apenas dos años, al que le he enseñado a decir “papá”…

Por fin nos acercamos al puerto, y mi corazón se desboca irremediablemente. Aunque nuestro regreso es sonado y cientos de personas acuden a recibirnos, yo sólo anhelo ver tu rostro. Tú nunca faltas a la cita, lo sé, y sin embargo siempre tengo el temor, cuando empiezo a divisar tierra en la lejanía, de no volver a verte. Pero, ahí estás, con tu sereno y majestuoso porte francés, esperándome, iluminando mi regreso al hogar desde Bedloe por última vez.




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* Del estupendo foro Desafío Creativo, solo apto para valientes, queriendo cumplir los parámetros:

Personaje: Explorador
Escenario: Gran Ciudad
Género: Relato amor

Texto agregado el 19-06-2014, y leído por 252 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
23-06-2014 Lo que más me gusta es esa disyuntiva de la elección imposible entre sus dos amores: la mujer de sus sueños y sus sueños de recorrer el mundo y descubrir sus grandezas. walas
23-06-2014 Qué bonita narración, limpia y sencilla. Atenerse a los parámetros no es nada sencillo, felicitaciones por eso también... RaulRojas
19-06-2014 El amor por la patria, el amor por el hogar, son amores por los que se puede dar la vida, una forma de amar que se arraiga en nuestros corazones Carmen-Valdes
 
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