Me levante esa mañana con cosquillas en la panza, y el descanso de una noche bien dormida. Abrí, como siempre, casi automáticamente, las persianas de mi ventana, para que me de cómo de costumbre, ese hermoso brillito del sol en mi frente.
Estaba nublado, de repente salte de mi cama, y no entendí el porque de la ausencia de lo que estaba diariamente acostumbrado. Deje de pensar, y no le di importancia, para poder continuar mi día sin sorpresas ni interrupciones. Me cambie, me vestí como siempre, como simple habito de la indestructible rutina, sobresaltado note que la camisa no me entraba, otra vez volví a inquietarme. No comprendí lo sucedido, pero si todavía recuerdo que ayer me entraba. Intente tranquilizarme exitosamente, para poder reanudar el día que pocas horas antes había comenzado. Termine dicha tarea, pero algo andaba mal, mi rutina mi amada rutina se estará desmoronado???. Deseche esa idea, y me dirigí hacia la cocina, con la intención de preparar mi desayuno. Por suerte el pan se hallaba donde solía estarlo, también el café y mi sabrosa mermelada, lo prepare como siempre, dos de café, tres de azúcar, medio de leche medio de agua, una flautita cortada a la mitad, manteca mermelada. Dicha acción salio perfecta si errores y con la constancia de siempre. Respire profundo me relaje y los pensamientos que estaban desconcertándome finalmente terminaron de esfumarse.
Abrí la puerta que se hallaba en su inamovible lugar, atravesé la puerta, para poder darme cuenta de mi día no comenzado.
Solo desperté.