+::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::+


Anoche tuve sed y la sacié con una limonada sin azúcar, no la disfruté, y la razón no fue la falta de azúcar, el error fue prepararla en un vaso de plástico. Por si fuera poco, el vaso tenía rayas por el desgaste del material y el olor particular del contenedor -color rojo- apagaba como un volcán la esencia y la fragancia del limón. En definitiva, no disfruté la bebida, sacié la sed, pero no quedé satisfecha.

Creo enfáticamente en que el agua y las bebidas preparadas adquieren un sabor más agradable y más puro cuando son vertidas en vasos de cristales. Todo ello me recuerda a la propia vida, trato de disfrutarla a plenitud y no lo consigo, tal vez el problema radica en que, en algún momento, me desvié del sendero diseñado para mi largo o corto recorrido, y terminé perdida en el camino de otra persona, sobrellevando el tiempo que me resta por vivir en páramos equivocados, realizando sueños ajenos, confundiendo migajas con felicidad.

Epílogo…

No sé cuándo empezó la metamorfosis, cuando dejé de regalar sonrisas sinceras y me convertí en residuos de experiencias recicladas. No sé cuando me convertí en un ser sin emociones.



+::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::: :::::::::+