La situación me supero.
Sentado en el banco de la plaza, triste y aburrido, mirando las palomas volar, algunos borrachos que tomaban cerveza y unos niños ruidosos tirándose del tobogán.
De pronto apareció ella, la diosa, la mujer más linda de mi vida, paso a describirla: Morocha, vestido apretado y marcado, silueta de película italiana, todo soñado, pechos, trasero, piernas, labios carnosos, pelos sueltos, con su caminata de diva, pasos marcados al mismo ritmo que todo su cuerpo, como un tango, lento, provocativo, salvaje.
La observé peregrinar hacia mi banco, inesperadamente sentarse a mi lado, imagine muchas situaciones, en minutos, segundos, mis nervios me traicionaban, no podía controlar la esencia del hombre, la de los dichos, hombre valiente gana mujer bonita, no sabía qué hacer, inmovilizado.
Me pidió fuego, no tenía, le pedí a los borrachos no sin antes tragarme todas las cargadas y envidias, le encendí el cigarrillo y la miré a los ojos y me animé – sos muy hermosa. Me miró con sus ojos almendra, fruto carnoso marrón y me contestó – y vos muy dulce.
Me hipnotizó, quede paralizado, no recuerdo más, a veces mi mente divaga si fue real o producto de mi fantasía.
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