Al pasar lo mencioné y no pude seguir hablando de otra cosa. Olvidé simplemente lo que estaba diciendo...
No es que no lo recordara desde siempre, sólo que lo recordaba como si le hubiese pasado a otra persona, como un simple dato de la causa. Ajeno.
Ahora, fue distinto. Lo recordé tan real como si lo estuviese viviendo nuevamente. La pena, la soledad, las heridas palpitantes, el dolor profundo, la sensación de no tener a quién recurrir, el sentimiento de no saber qué hacer, de no entender, la angustia de callar, el peso de olvidar. Ya no era ajeno, era tan mío, tan fuerte, tan complejo. La fragilidad de que aquel que debería cuidar de ti lo provocara y lo confuso de un aquí no ha pasado nada. Grito sordo que aún resuena dentro de mi, dolor que grita por un auxilio inexistente.