Hoy has de morir, pues has vivido lo suficiente y tu cuerpo merma en lenta agonía. Quién fue tu eterno rival hoy te lamenta. No hay lugar confortable para ti. No hay cama lo suficientemente blanda para dejar de sentir el frío y punzante dolor de tus heridas.
Has de tener en mente el final, pues la carrera es la vida y su meta es la muerte. No hay gloria más grande que llegar a la meta de último, pues has tenido más tiempo para disfrutar de la competencia.
Recuerda mi amigo, el principio de equivalencia; como es arriba, es abajo. Así mismo, quien acelerado vive, acelerado muere.
Hoy has de caer suavemente ante tu sepulturero, que sea tu amigo, tu confidente y por sobretodo que sea quien mantenga alejada a tu esposa. Pues ella aun vive, se llama Esperanza y enviudará de ti porque te has enamorado de otra, la Santa Muerte.
Has de escoger con habilidad y certeza a tu sepulturero, pues quien velará tus recuerdos no puede ser cualquiera. Seguramente en toda tu lucha has conocido a muchos enemigos, amigos y gente neutral. Has de quien te rememore, tu amigo, tu enemigo y a su vez, que sea neutral e imparcial. Así tus doctrinas prevalecerán a pesar de que tú cuerpo no.
Has de morir sintiendo el dolor de cada una de tus heridas, cada una de tus cicatrices vuelve a sangrar, has de soportar en silencio pues tan solo es el final de la carrera y quedan muchas más por delante. Pues recuerda la serpiente, se nace, muere y vuelve a nacer.
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