No hay compás que ejecute con más precisión la aureola de tu pecho.
Casi púrpura, me regalas ese anillo con el que no necesito código y moral, permiso o ceremonia. Tiempo.
Y en el envés del mundo, nuestro juramento suena a la melodía de dos almas que se miran en silencio, sonriendo.
Texto agregado el 10-06-2014, y leído por 451
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