Pasaba por una calle solitaria después de haber salido de saludar a Jesús en el Santísimo, que quedaba a una cuadra de 500 metros de mi casa. Me dirigía a una reunión de maestros en el Distrito Educativo 05. Ese día fue domingo.

Un hombre que tenía su tenis quitados en una calzada al verme pasar me dijo:

-¡Pshiii, hey, joven ven acá…

No supe para qué era que me llamaba, era un desconocido, un hombre barbudo, estábamos a una pequeña distancia, no me atrevía a acercarme hacia él, y no sé si fuera para hacerle un bien o él me hiciera un mal, estaba nervioso porque no sabía si era un ladrón o atracador y solo pensaba en Dios ese momento. Luego me decía:

-¡Tienes un auxilio ahí! ¡Envíame un auxilio por favor!

En mi interior pensaba que quizás vio a alguien que me acompañaba y me protegía. Sin embargo, tuve más temor y no entendía lo que decía.

-¡Mi nombre es Elías!, me dijo.

-¡No puedo, tengo que ir a una reunión, me están esperando! Le contesté.

Seguía mi camino, me voceó a lo lejos:

-¡Que Dios te bendiga!

Le respondí:

-¡Amen, igual para usted!

Más tarde pude llegar al sitio donde iba.

Al día siguiente comprendí que la Gracia de Dios estaba conmigo.