Allí está el par de amantes sobre una cama de fuego abandonando de a poco la vergüenza y la moral. Los besos son desesperados y sus lenguas van en busca de algo que logre por fin saciar la sed de su pasión.
Extasiados se van perdiendo junto con el sonido del tren y ya ni saben si las nubes siguen allá arriba en el cielo. Ya no hay minutos, ya no hay horas, ya no hay más que sus cuerpos desnudos enrollados sobre el colchón.
Orgasmos de colores y sudor dulce. Los sentidos de distorsionan y la racionalidad desaparece.
Dulce pareja de enamorados que no hace mucho se les veía caminar juntos por las calles de la ciudad. Dulce pareja en cuyos corazones se almacenan los más radiantes, serenos, apacibles, obscenos y laboriosos recuerdos.
El amor que alguna vez los hizo soñar despiertos los está, ahora, matando en vida. ¿Es acaso el fin? ¿Hasta cuándo es suficiente?
Podrían inventar más de una razón para terminar con esa dulce tortura a la cual llaman amor, mas basta solo una para mantenerse firme en su viaje hacia lo eterno.
Cuántos momentos, cuántas palabras, cuántas imágenes, cuántos lugares, cuánto tiempo. Para donde quiera que dirijan su mirada habrá un pedazo de ellos allí, el cual les recuerdo lo que fueron, y lo que son.
Dulce tortura, dulce el dolor, dulce los besos, dulce el amor. |