¡Qué vida más extraña la de aquellos dos! Ella aparentemente libre en el cerro y él, preso en su corral.
—Que feliz se ve la Cabra saltando por las colinas —dijo el Cerdo. —Me encantaría poder brincar junto a ella, pero estoy tras estas tablas y con mis patas cortas no podría jamás saltar tan alto como ella lo hace.
Todos los días y durante largas horas nuestro amigo el Cerdo miraba a la Cabra.
—¿Y si la invito a caminar? —se preguntó un día el Cerdo. —¿Querrá acaso la cabra caminar junto a mi?
Pasaron varias semanas hasta que por fin el Cerdo se atrevió a preguntarle. Esperó que la cabra se acercara lo más posible. Primero le gritó y luego corrió de un lado a otro en su corral para llamar su atención.
—¡Oing Oing!—gritaba desesperado con la sola idea de ser notado por tamaña locura con cuernos.
La cabra finalmente lo miró y le dijo:
—What's up Cerdo? What's wrong with you?
El porcino le miró extrañado y dijo en voz baja:
—Esta de verdad es tan loca como parece ¿o será que es una cabra de exportación?
Después de un momento le dijo:
—Oye Cabra ¿te tinca ir a dar una vueltecita conmigo?
La cabra ni tonta ni perezosa acepto de inmediato y empezó a discurrir en la forma de poder sacar a tamaña mole de carne de aquel inmundo corral.
—Ya Cerdo, le dijo. — Tienes que golpear esta puerta con tu hocico tan fuerte como puedas, vale?
El chancho dio unos pasos hacia atrás y con toda su fuerza golpeó la puerta de su corral hasta que finalmente se abrió.
—¿Estás bien?—le pregunto la Cabra.
—Jamás había estado mejor, Cabra lesa, —pensó el Cerdo, y viéndose libre después de mucho tiempo comenzó a correr cuan rápido sus regordetas patas se lo permitían.
La cabra se asustó al principio al ver al porcino correr tan desesperado, pero a los segundos salió tras él gritándole:
—¡Hey gordito! Sí, tú, guatoncito, bolita de carne; espera poh!
La Cabra le gritaba mientras corría detrás de él hasta que por fin lo alcanzó.
—¿Qué te pasa Cerdo loco?
—Nada —respondió el marrano —Es solo la emoción de la libertad, gracias —dijo él— Gracias por permitirme ver el mundo completo.
—Pero si yo no te he mostrado nada, Cerdo leso. Tú saliste solito —le dijo la Cabra.
—Sí, es verdad, pero tú estabas afuera— dijo feliz el Cerdo—Me motivaste a salir y eso sí que es importante. Ahora veo cerros y bosques que nunca antes vi.
—Cerdito lindo ¿te puedo abrazar?—preguntó la Cabra.
El cerdo la miró extrañado y emocionado a la vez y dijo:
—¿Abrazarme? Dime ¿tú no crees que estás un poco loca? ¿Qué dirían los demás animales si nos vieran abrazados así en medio del potrero?
—Pero Cerdo—dijo la Cabra— No importa lo que digan los demás. Yo quiero abrazarte ¿o es que acaso tú no sientes ganas de hacerlo?
—Sí, me encantaría. De hecho, hace mucho que te echaba un ojo desde mi lodazal. Siempre te veía llena de energía y saltarina, como si tuvieses resortes en las patas y me decía "como quisiera hincarle el diente a una cabrita así".
—Yo igual te miraba Cerdito. Por entre los palos de tu corral se veía tu poto gordo. ¿Te lo puedo agarrar?—preguntó la Cabra, sin nada de vergüenza.
—No lo sé—respondió el Cerdo —Quizás te daría la pasá con una condición.
—Ya— dijo la cabra.
—La condición es que después de eso no te quejes si te hago una chanchada. ¿Aceptas?
—Acepto— Respondió la Cabra.
Y así se fueron los dos: la cabra saltando y el cerdito corriendo con sus patas cortas a esconderse detrás de unos matorrales.
—¿A cuántos animales de la granja has traído aquí, cabrita loca?—preguntó el Cerdo.
—A ninguno—respondió la Cabra un tanto ofuscada— ¿Qué clase de cabra crees que soy?
—Solo lo decía—dijo el Cerdo—Porque que las de tu raza tienen fama de locas, aunque finalmente, son ustedes mismas las que terminan con los cuernos puestos.
Discutieron un buen rato hasta que se miraron fijamente a los ojos y supieron que su destino era estar juntos.
La cabra comenzó a hacerle cariño al Cerdo. Le toco las orejas, la espalda suave y la panza... Uno, dos y tres cariños en la guata fueron suficientes para que el Cerdito cayera de una al suelo.
Se durmió, como suelen hacerlo los cerdos cuando se ven amados y acariciados, pero por lo menos esa cabra muy de cerro aprendió una buena lección: A veces aquello que nos parece más distante y asqueroso nos puede hacer sentir lo que nadie más puede y que un cerdo y una cabra pueden caminar juntos a pesar de ser de mundos muy diferentes.
La Cabra aprendió a caminar más lento y el Cerdo a saltar de vez en cuando. Ella entendió que no siempre se ha de ver las cosas para arriba y que a veces una mirada más profunda y cercana a la tierra también ayuda.
Aprendieron a caminar libres por el potrero y a siempre volver a encerrarse a su corral, y con el paso del tiempo quizás pensando en cómo serian sus cachorros: los más hermosos y originales PIGOATS que jamás han existido. |