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LAS HUELLAS INVISIBLES

Recuerdo perfectamente aquella tarde mágica y dorada, dónde mis pasos desnudos derretían la arena por debajo de mis pies tristes. El firmamento vanidoso y celeste, observaba su reflejo entre el vaivén de las olas tercas. La brisa salada y la risa de una mujer enamorada, zumbaban a través de los caracoles de mi cabeza.

Mis pensamientos volaban como las gaviotas “Toda una vida desperdiciada entre fracasos y saturada de pecados.” Algunos capitales y otros más racionales. Fue cuando la vi por primera vez, aquella anciana con cabellos plateados sentada debajo de una palapa. Parecía observar el murmullo del viento, semejante al eco producido por sirenas, aquellas híbridas musas, desaparecidas y sumergidas en el fondo de la desesperanza, igual que mi alma, condenada a desaparecer en los dominios indómitos de Poseidón.

Sorpresivamente, aquella viejita volteó y con una mirada tan tierna e inolvidable me dijo:
-¿Qué te tiene tan triste muchacho?

Desconcertado, titubié unos segundos antes de contestar.
-¿Por qué me pregunta eso?, usted no me conoce.

-Tu semblante, tu mirada, igual tu tono de voz. Se puede notar que cargas muchos pesares en tu alma. Eso no debe de ser así, tienes toda una vida por vivir, pero no para que te la pases reprochando tus errores, ni rencor ni tristeza debe de existir en tu corazón. Debes de pensar en ello. Bueno, hasta pronto me tengo que ir.

De cierta manera tenía razón en sus palabras, en mi pasado me había alejado de muchos seres queridos a causa de mi soberbia, y todos esos malditos pecados capitales que van consumiendo el alma hasta dejarte seco y marchito como un fruto podrido.

La anciana ya había caminado unos pasos, llevaba un bastón con el cual se apoyaba torpemente.
-¡Espere señora! -Le grité al momento de alcanzarla.

-¿Ya reflexionaste sobre lo que te dije? Al final de cuentas los caminos que tomamos tal vez pueden ser equivocados, pero aprendes de ese recorrido para dar vuelta y tomar la brecha correcta. La vida es tan hermosa para dejarla ir con el viento y la marea. Puedes “ver” a tu alrededor toda esa luz que irradia de los seres vivos, debes de “ver” de la mejor manera cada situación. Porque al final, lo único importante es la huella que puedes dejar en otros, esa es la verdadera meta, “Existimos realmente solo cuando dejamos huella en los corazones de los demás”.

Esas palabras fueron como flechas frías que atravesaron mi alma, produciendo una herida de la cual brotaban lágrimas. Se habían detenido mis pensamientos, mis latidos; y mientras aquella anciana seguía su camino, pude darme cuenta de que era ciega, ciega de los ojos físicos pero no del alma. En sus titubeantes pasos comenzó a brillar de forma intensa, alumbrando su entorno hasta que de pronto, se convirtió en ave, elevándose suave en su vuelo, desintegrándose súbitamente en el firmamento para fusionarse con el todo.

Mi vida había cambiado, ahora tenía una buena razón para existir realmente, hay tiempo para ello. Mientras en cada paso que doy tratando de dejar huella, volteó hacia el firmamento, quizá para “ver” volando aquella mágica anciana con cabellos plateados.

Texto agregado el 08-06-2014, y leído por 118 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-06-2014 me gusto mucho el final laber
 
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