Epopeyas

Yace la estepa dormida en sus ondulantes marismas verdes
Cual marejadas de bravío y encrespado mar rugiente
Mientras las oreas elevan sus lamentos en montes tupidos
Y la suave brisa de los elíseos trae sus ecos de clamor dormidos.

Esplendorosa en su esbeltez se eleva en vapores de incienso
La ya dormida reina Nefertriti en alas del sueño inmortal
Donde la morada de los dioses del Olimpo cincelados en mármol
Yacen sus espíritus escoltados por los adustos sumos sacerdotes.

Mientras los ruidos de aceros y los alaridos de soldados combatientes
Rindiendo sus honores al gran Akenatón avasallando los pueblos oprimidos
Mientras sus doncellas cantan cánticos y loas a sus hombres valientes
Los míseros eunucos regalan sus favores a poderosos hombres del imperio.

Regresan las huestes triunfantes, y en sus grandiosos palacios imponentes
Dan rienda suelta a su lujuria empapados en vino y comidas opulentas
Los arlequines y saltimbanquis dan rienda suelta a su cabriola y volteretas
Las esbeltas esclavas asediadas por los capitanes y su hedor pestilente.

Mientras sigue la lujuria el alba los encuentra beodos y enmarañados
Mientras la ciudadela despierta en calles encharcadas de sus propias heces
Pregonando sus mercancías regateando sus precios, con tintineos de dracmas
Mientras en el cercano puerto las naves ya prestas para viajar al oriente.

En los palacios las intrigas siguen su ritmo y los asesinatos se ciernen
Y en lo más hondo de los palacios las mazmorras pululantes de cautivos
Conviviendo con roedores en camas de pajas sucias desperdigadas y crujientes
Epopeyas del llamado imperio floreciente, el cual aún sigue en el presente.

Raúl Amador Irusta