ROMANCE DE LA NOCHE, LA LUNA Y EL AMANECER

A la orillita del río
duerme la noche y se muere.
Sueña que quiere ser luz
pero sabe que no puede.

Sueña que el alba atrevida
pasando del negro al blanco
entre alegre y consentida
se quita su oscuro manto.

Mientras la mira la luna
con pesar la está mirando
porque sospecha afligida
que su luz se irá apagando.

Vete pronto, luna, luna,
no hay nada ya por hacer.
Observa cómo se viene
tan presto el amanecer.

La luna muerta de miedo
devuelve su luz prestada
y en el fondo de aquel río
queda pues, agazapada.

Tensa y lívida de frío
bien pronto su cuerno clava,
terminando su agonía
en luz de plata gastada.

Lejana en el horizonte
viene el alba cabalgando.
De oro y plata los corceles
y de diamantes su manto.

Al reflejar sus colores
rojizos, añil y gualdo,
incendiadas polvaredas
al sol están aguardando.

Y el sol las sigue detrás
—resplandeciente bonanza—
con sus hálitos de vida
que renuevan la esperanza.