Para Stevenson despertar de madrugada, a la mitad de la noche, entre movimientos extraños que nunca logró comprender del todo y sintiendo la sensación de tragar agua por la nariz cuando respiraba..eso era normal.
La vida de Stevenson era simple. Nunca formó familia porque no estaba en su naturaleza. Lo que a él le gustaba era vagar en esos bosques y humedales en medio de la noche y embriagarse hasta perderse en los mares de la inconsciencia.
Stevenson era egoísta. No compartía con nadie. Pocas veces le vieron conversando. Las malas lenguas decían que el vicio lo tenía perdido.
Sobre Stevenson habían muchas historias, la más verosímil, aunque nadie llegó a comprobarlo, decía que trabajó como esclavo en un circo.
Un conocido de él, de nombre Wattson, se enteró en aquella época que el circo pasaba por esos lugares y concurrió a ver el espectáculo en el que Stevenson fue cercenado en tres partes, de las cuales cada una corría en forma independiente por la pista. Tal fue el asombro que hasta hace muy poco fue que Wattson recuperó el habla y pudo contar a los demás lo que vio.
De todas formas pocos dieron crédito al testimonio de Wattson y la vida del vicioso de Stevenson pasó a ser un mito, una leyenda, y a veces, hasta un recuerdo.
Esa noche tan húmeda, tan excitante, en que Stevenson desertó de madrugada con las narices hechas agua, fue la última vez que alguien supo de su destino.
La señora Patts, quien era la portavoz de los chismes, dice que le vió muerto, encima de una pala con que los humanos recogían la basura. Según su marido, el señor Rougier, fue el insecticida nuevo que compraron en la casa el que lo mató. Sin embargo el hijo de ambos, el pequeño y travieso Donald, tenía la tesis más creíble: Stevenson se había marchado con el circo de pulgas a recuperar una de sus partes, la que nunca le fue devuelta. |