Escuche caballera, usted no se irá,
aún cuando se case, tenga niños,
y yo muera,
no se irá,
aún cuando tenga niñas,
me case, me descase,
usted no se irá,
porque habita mi casa grande,
mi piel húmeda,
mi nombre y apellido.
Usted se quedará,
en mis retazos de alma pura,
en mis desgracias, felicidades,
en mis recuerdos, labios,
en mi cuerpo sin vida, ausencias,
en mis libros,
usted se queda señora,
porque además no quiere irse,
Usted me habita y yo la habito,
no se va porque ama, quiere,
me extraña,
usted se queda aquí,
a mi lado,
haciendo sombra al amor ausente.
Usted señora,
anida en mi piel,
en mis fotos, en las suyas,
usted respira por mi, camina por mi,
come y duerme en mi corazón.
Sabe, quisiera hincarle el amor,
suave, tenue, silente, callado,
mirando su rostro de placer escondido,
porque yo, señora,
no doy placer,
entrego amor,
porque sepa usted que lo mío
es compañía, lo mío es palabra, llanto
y enredaderas de vida y espanto,
lo mío es enseñar que el amor existe,
que no se aprende,
que brota espontáneo
en una línea de poema, en una carta,
en un gemido de oficina.
Lo mío, escuche,
siempre es pena y llanto,
aun cuando ría y visite mi alegría.
¿Porque le digo tanto?,
no sé,
debe ser que la extraño, que nada me llena,
nada me conduce,
será porque ahora que le escribo,
lágrimas rompen mi armonía y mi quietud,
debe ser, que nunca me sentiré solo
si está usted,
será que no consentiré
no haberla conocido, nunca me perdonaré
no haberle inventado un sonido para su voz.
Nunca aceptaré que usted no exista,
no aprenderé que sus manos no nacieron,
que es sólo una imagen, una letra,
un poema inservible.
Nunca sabré por qué no lleva nombre,
voz y zapatos, ropa interior, apellido,
porqué es nada más una ilusión,
un arco iris sellado de colores,
un mar de agua dulce, un flauta de coral,
una canción, una despedida.
mayo 2007
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