Mientras paseaba por la bella ciudad de Puebla, me encontré frente a la plaza “De los Sapos” la célebre cantina “La Pasita”. Desde luego en este histórico lugar probé una de las delicias bebestibles: “un ratón con cola”. Se preguntarán, ¿qué es esto? Es un preparado donde ponen a madurar tejocotes en aguardiente por varios días, cuando está en su punto (un secreto profesional), lo sirven con hielo y le agregan queso añejo. ¡Qué cosa tan sabrosa! Desde luego también hay “chinas poblanas”, que en otra ocasión les platicaré que contienen.
Mientras degustaba mi bebida me puse a pensar en la cantina del barrio de mi pueblo: “La suerte loca”, verdadero centro filosófico, donde los sábados nos reunimos un grupo de pensadores y donde nuestro gurú espiritual, Don Florentino, alias “pito loco” apodado así por ser lascivo, concupiscente y lúbrico, nos da verdaderos consejos sobre el buen vivir. Es un filósofo nato, para que tengan una idea de su sapiencia les escribiré dos aforismos de él: “No hay mujeres feas, lo que hay son hombres con falta de imaginación” y lo que ha sido una guía para todos nosotros, sus amigos jóvenes: “Una juventud desenfrenada es un gran consuelo en la vejez”.
Nuestro maestro entre más viejo se ha vuelto más lujurioso y cachondo y desde luego no desaprovecha oportunidad para caer de rodillas (en el buen sentido y en el malo también) ante cualquier mujer. Una aburrida tarde de sábado nos contó una deleitable anécdota:
“Mi comadre Petrita, lo que sea de cada quién, está todavía en buenas carnes. Cuando platico con mi compadre, el marido de Petrita, que Diosito me perdone no dejo de pensar en ella y ni le hago caso a lo que me cuenta el compadre. El otro día que fui a visitarlos, el marido estaba fuera de la ciudad, me acordé del dicho común “la oportunidad la pintan calva” y la poesía vino en mi ayuda, le dije a Petrita:
«Comadrita: Usted me inspira voluptuoso deseo, pues su belleza es excepcional. Cuando la miro me siento de nuevo joven y un tórrido de pasión corre por mis venas, fantaseo con usted. Sueño que mis manos y mis labios recorren sus túrgidas morbideces y sus más íntimos encantos. Desde luego todos estos prolegómenos de ninguna manera terminarán en una acción penetrativa, ya que la respeto a usted, sólo deseo acariciarla completamente desnuda. Si me transporta usted al culmen de mi felicidad no seré malagradecido, le daré a usted $50,000 pesos. Sé que suena vulgar pero usted merece un incentivo ya que no me engaño, usted no lo haría por amor.»”
“Después de decirle lo anterior mi comadrita se quedó pensativa, probablemente tenía en mente lo que podría comprarse: zapatos, ropa fina y sobre todo ya que es muy católica cumpliría con la manda que tenía pendiente de ir a “Chalma” a visitar al Cristo de Chalma. Quieras que no, de no muy buena gana, se desvistió y se acostó en el sofá pues de ninguna manera iba a profanar el lecho conyugal. Desde luego yo como buen amador, recorrí con expertas manos y sapiente boca aquel ebúrneo cuerpo. Al terminar dije con vehemencia: ¡Todavía me falta! ¡Todavía me falta! Y empecé de nuevo. Al terminar volví a decir: ¡Todavía me falta! Ella ya no quería, probablemente se había excitado y tenía miedo de decirme que llegará más allá, así que me preguntó: « ¿Qué le falta todavía, compadre? ¿Qué le falta?» Así que no me quedó más que contestarle, eso sí sin suspender mi erótica tarea: ¡Todavía me falta conseguir los $50,000.00 pesos!”
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