Ayer tuvimos una reunión de hermanos y cuñadas y sobrinos, y ,recordando al único hermano que por desgracia falta, comenzamos a contar anécdotas de nuestra juventud. Como soy el mas joven de todos, para fastidiarles no conté ninguna anécdota de juventud; conté un sueño de mi niñez que al cabo de tantos años quedó grabado en mi mente.
Tendría yo de cinco a seis años y entonces mi nombre era Tatá.
Fui invitado a un pueblo del norte de España, llamado Entrimo , en Galicia y mas concretamente en la Provincia de la bella ciudad de Orense; pasé unos días fantásticos con un matrimonio, Manolo y Mercedes se llamaban , que me trataron con el mimo y cariño del hijo que no tenían . Vivía como un rey, no tenía hermanos que se metieran conmigo. Me daban todos los caprichos.
Manolo tenía una carpintería y como sabía de mi ilusión por tener una bicicleta había prometido hacerme una bicicleta de madera que, por supuesto, nunca llegó.
Pero yo ya había imaginado mi bicicleta de madera_ con el optimismo que ya conocéis de otras historias_, exacta a una bicicleta de metal; vamos, que hasta los radios de las ruedas, los piñones e incluso la cadena toda ella de madera. Cuando volviera a Orense con mi bicicleta de madera presumiría con mis amigos, los Palao, que tenían el juguete mas maravilloso que entonces se podía tener : un coche de pedales.
El coche era de color rojo, con faros de cristal verde, ruedas de goma, parabrisas, volante… en fin un coche completo. Incluso tenía una bocina, pero cada vez que la usábamos, recibíamos una riña.
Pero un día, allí en Entrimo, tuve fiebre alta ; Manolo y Mercedes, los pobres muy preocupados no sabían que darme para que bajara la dichosa fiebre.
Me pasé el día durmiendo .
Y soñé.
Soñé que había muerto y se lo contaba a mi amigo el heladero, que estaba justo a la entrada del jardín municipal: El jardín del Posio , que estaba al lado de mi casa , donde pasé toda mi niñez , y era el jardín mas grande de Orense; le conté que estaba en el Purgatorio y le expliqué que ese Purgatorio estaba en la parte de abajo del jardín donde todavía hoy está la fuente y la pajarera.
Le dije que estaba encantado pues allí me encontré también a mis amigos, los hermanos Palao, y habían traído consigo su maravilloso coche de pedales.
Mirando hacia la ventana de la casa de mis padres vi a la única hermana que tenemos asomando medio cuerpo, de luto riguroso, tocando el violín. Y yo le decía a mi amigo el heladero la pena que me daba ver a mi hermana llorando con lo contento que yo estaba en el purgatorio con el coche de pedales.
Me toqué la cicatriz que tengo en mi nariz y comprobé que era verdad que íbamos al otro mundo con los mismos cuerpos que teníamos en la tierra. La cicatriz estaba resbaladiza, me imaginé que era de cera. Después me toqué toda la cara y la tenía igual de suave y resbaladiza . Somos de cera en este nuevo mundo, pensé yo.
De repente tengo que despedirme del heladero y le explico que tengo que dejarle, pues Dios me estaba dando unos suaves golpes en el hombro.
Tatá, Tatá , despierta.
- Despierta y tómate este zumo, decía Mercedes con voz cariñosa dándome unos ténues golpes en el hombro, secándome la cara y poniéndome el termómetro debajo del brazo.
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Desde ese día ya no tengo miedo al Purgatorio pues estoy seguro que allí encontraré mi juguete preferido.
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