Cuando platicamos, pareces una elegante boxeadora. Me engañas con pasitos hacia delante, a los lados, cabeceas y mueves tu cuello con gracia. Poco a poco me llevas a una esquina tratando de acorralarme. Te mueves como sierpe que encanta. Cuando llega tu golpe demoledor, me abrazo a ti. En el clinch bailamos danzón, mejilla con mejilla y por instantes golpeo con besos intensos tu cuello y caemos en el ring de esponjas. Un murmullo, un suspiro y después el chapoteo que hacen los cuerpos al encontrarse.
La campanada suena, el tiempo se ha acabado y regresamos a nuestras esquinas, esperando paciente a que el tiempo nos de otra hora.