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Caminábamos por la orilla hacia el muelle. Habíamos pasado ya las playas del centro, repletas de día, solitariamente iluminadas esa noche. Caminábamos silenciosamente juntos, como dos presencias cómplices del tiempo y el espacio compartido.
Yo tenía los zapatos en la mano y el jean arremangado hasta casi la rodilla; el agua me salpicaba igual. Ella llevaba sus sandalias en la mano e iba mojándose los últimos centímetros de una pollera negra, suelta y hermosa. Ella iba del lado del mar, y yo aprovechaba para contemplarla en su caminar.
Como obedeciendo a una ensayada orden, los dos nos paramos en seco. Ella me dio la espalda mirando al mar. Yo la tomé por la cintura y después de besarle la nuca apoyé mi barbilla en su hombro. Ella me abrazó por atrás, incómoda. Estuvimos en esa posición un rato largo. El mar, infinito y oscuro (he dicho que la Luna ya se había puesto hacía más de una hora), nos lamía tímidamente los tobillos y huía, asustado. No pude dejar de pensar en el Oso de los caños. Lo recordé nadando en la cisterna del edificio, y le propuse a ella meternos al mar.
–No tengo malla– respondió previsiblemente. Argumenté, conociendo su placer por ir en contra del orden, que era nuestro deber hacer de la ropa interior ropa exterior. Como la vi dudando agregué que era esa nuestra meta en la vida. Divertida aceptó.
En seguida nos despojamos de todo. El pudor, como siempre, hizo todo más lento e incómodo. Cada movimiento de ella era cuidadosamente controlado por sus hábiles manos. Ya sin ropa me pareció verla sonreír tímidamente. Ella tenía bombacha negra y corpiño azul oscuro; yo, un boxer negro. Nos tomamos de la mano y entramos corriendo al mar. Nos hundimos bajo algunas olas, nos mojamos el uno al otro, y nos reímos como hacía tiempo no nos reíamos. Mientras salíamos del mar la volví a tomar por la cintura, esta vez de frente, la levanté y di una vuelta completa. Ya en la arena nos recostamos boca arriba. Estuvimos así hasta que el fuerte retumbar de mis venas llenándose y vaciándose fue haciéndose imperceptiblemente silencioso. Entonces me apoyé sobre mi codo y mi antebrazo y la miré a los ojos. Ella lloraba con los ojos cerrados. Tuve un déjà vu y decidí desafiarlo sin preguntarle el motivo de las lágrimas. En realidad no quería oír la premonitoria y funesta frase. Sabía que me respondería “porque nunca vamos a poder estar juntos”, casi como uno de esos paralelismos del destino. Salteándome la pregunta fui directamente al beso: besé sus ojos, su frente, sus mejillas, sus labios, su nariz. Besé cada recóndito paisaje de su cara hasta que dejó de llorar. Entonces me separé un poco para verla mejor. Me miraba triste pero aliviada. La abracé y puse su cabeza en mi pecho. De repente se volvió hacia mí y me besó en la boca. Yo esperaba ese beso desde hacía meses, pero no entendía por qué. Y sólo entonces, durante el apasionado beso comprendí. Me llevó algunos segundos tener todo claro, pero al final toda ella tuvo sentido. Por fin era la mujer de la que me había enamorado. Entonces supe qué hacer. La separé amable pero firmemente y le dije que no podíamos estar juntos.
–¿Por qué? – preguntó más preocupada que enojada. Le respondí que ella sabía por qué y se quedó callada: ella lo sabía. Pasaron los minutos y sospecho que las horas, porque sin darnos cuenta el alba se había instalado sobre nosotros. Mientras me ponía el pantalón recité en voz clara: “El ejército del general se desbanda. Sale el sol”.
Entonces recordé que cuando terminé de describirme apagué la luz, y la primera imagen que apareció fue la de la playa oscura. Entonces, en mi soledad, volví a agarrar el cuaderno. Prendí la luz y entonces la vi a ella y me vi a mí caminando por la orilla. Y fue registrarlo todo.

Texto agregado el 26-08-2004, y leído por 184 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
01-03-2005 Primo, esto es excelente, me encanto!. Mis 5* peinpot
23-10-2004 Una preciosidad. Lo tiene todo. Sólo dos "peros" insignificantes y uno de ellos casi me lo explico yo misma. Es decir, el segundo de los "peros" se refiere a esa explicación tan explícita que va entre paréntesis y que supongo que pones muy a propósito, que viene al hilo del texto con el mismo título que antecede a este y que también he leído. Sin embargo, para mi gusto, le resta belleza a la frase e interrumpe el conjunto. El otro "pero", en el segundo párrafo donde las palabras "caminar" y "mar" (en la última frase)chocan estrepitosamente para mi forma de ver. Pero eso es ya apreciación personal. Para nada desmerece el conjunto, que es bellísimo. Enhorabuena. Un abrazo. isa :) isa-bell
28-08-2004 Bien. Ahora todo cobra otro significado... Miedo? Orgullo? Resignación? Seal lo que sea, sé que desgarra... Es muy bueno, y muy triste. Paulina
 
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