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Inicio / Cuenteros Locales / freddy50 / Borrador de: EL Remanso segunda parte.

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No me estoy refiriendo a este ensayo en particular sino a la petit nuvelle en general, que luego será adaptada para crear una obra de teatro, donde igualmente intento que sea interesante de leer tal cual es, o será.
Sin querer borré el escrito original y ahora estoy apelando a la memoria queriendo reconstruir desde donde no he podido recuperar.

La luna se salió de órbita y roso el planeta tierra haciendo que gire bruscamente, y como consecuencia los océanos se desbordaron cubriendo la superficie del planeta. Luego de aquel episodio: Ellos hace quince días que están sobreviviendo debajo del mar, en un local donde funciona el restorante El Remanso, en Mar del Plata, especialmente acondicionado para soportar dicha contingencia. Gracias al invento, debidamente patentado de Sergio, quien fabricó un aparato capás de separar el oxígeno y el hidrógeno del agua, y con ello poder respirar y obtener combustible necesario para hacer andar los demás artefactos de uso cotidiano. Cabe señalar que Mauricio, dueño de la cantina junto con su esposa Beatriz Enriqueta, son los patrocinadores del invento, que aparte requiere de un exigente acondicionamiento apropiado del lugar; sobre todo en lo concerniente al aislamiento con relación al agua que lo irá a cubrir. Han vendido un solo aparato convertidor pero ignoran a quien.
Sergio es quien además pronosticó acertadamente la apremiante posibilidad de producirse un cataclismo feroz similar al de la época de Noé.
Son ocho personas atrapadas en esas condiciones, quienes irán conociendo a medida que transcurra el relato. Y otro personaje, llamado Miguel, que junto a su familia pudo salvarse gracias a una embarcación a motor; que ahora ronda las inmediaciones del lugar. Han estado sumergidos a dos mil metros de profundidad pero actualmente las aguas se van retirando y falta poco para regresar a la normalidad.
Luego de quince días del cataclismo, mirando por la vidriera, observan una enorme roca del tamaño de
un automóvil, que presuponen se trata un meteoro:
Pues cuando la luna estaba en su sitio hacía de escudo; asegura Sergio.
Alberto es el chef de la casa, un fenómeno cocinando. El es de alguna manera un líder natural.
Están jugando al pocker como para entretenerse y para saber quien lavará los platos, o va a desagotar los baños químicos por la recámara.
-Tengo pocker de ases, Serena esta vez te toca a vos desagotar los baños por la recámara.
-No acierto ni en ronda de perdedores.
-Miren esa roca descendiendo por el agua, es enorme.
-Seguro se trata de un meteoro, sin dudar la luna oficiaba de escudo, y ahora que no la tenemos, que está de paseo por el ancho universo, pasan de largo como pelotitas de golf.
-Muchachos, que es esa linea con plomada anzuelo y carnada.
-Imposible.
-Quiere decir que alguien está pescando sobre nuestras cabezas.
-Ay, no, no vaya a ser que seamos los únicos idiotas que estamos sumergidos.
-Estamos salvados, que alegría. No lo digo por ustedes, que por mi muéranse veinte veces a la semana.
-Bien dicho cariño.
-Mejor hagan silencio o no los desato más y aparte, de vuelta, les pongo una estopa y les cierro el pico.
-Miren como nos tratan los paladines del bien, miren como nos tratan.
-Tomen nota.
-Basta, silencio.
-¿Que les parece si enganchamos en el anzuelo una caja con una carta adentro, que cuente nuestra situación?
-Si, y le damos unos tirones para que piensen que se debe a un enganche de pescado.
-¿No es más simple nadar hasta la superficie?
-Es que es probable que medien más de doscientos metros.
-Si claro.
-Bueno entonces quien se anima a ir.
-Yo. Me cambio de ropa y salgo.
-Gracias Pablo; antes que vayas, quiero decirte que con Serena siempre comentamos, que eres o representas al hombre ideal, buen mozo, divertido, inteligente, amable, en fin, cualquier mujer desearía ser tu esposa para siempre.
-Aquí está la carta.
-Salgo ¿Que tal, como luce el modelito "Pata de rana, arpón de jugete"?
-Concéntrate en la tarea.
-Suerte.
-Un abrazo.
-Por nada te distraigas.
-Voy ha estar muy atento.
-Limítate a enganchar la carta y regresa, no olvides que vas a tener el oxígeno de los pulmones solamente ¿Entendido?
-Entendido.
-Vamos a estar rezando para que un alga se meta en tu boca te haga toser y así te trages el océano entero.
-Ahora cuando regrese vamos a hablar de hombre a hombre.
-Pero de que hombre hablas si estoy atado hasta los tobillos. Son muchas las noches que sueño con comerte las orejas.
-Pablo, no pierdas tu valioso tiempo en discutir con un imbécil.
-Allá voy.
-Suerte.
-Que rápido nada.
-No hay otro igual.
-Ahí se acerca un tiburón a querer comer la carnada.
-¡Que problema!
-Rodolfo, alcánzame un palo de amasar, que voy en su ayuda.
-Te acompaño.
-Pronto.
-Rápido, que el tiburón mira con ganas de cambiar de objetivo.
-Vaya lucha encarnizada.
-Alberto no solo es un maestro haciendo ravioles, es una luchador impresionante.
-Han enganchado la carta y la linea está subiendo.
-Ahí regresan.
-Triunfales.
-¿Será verdad que estamos prácticamente salvados?
-Lo dudo, si están pescando sobre la avenida costanera es porque el mar aun cubre Mar del Plata y alrededores; y vaya a saber aun cuanto más distancia.
-Miren. Ahora la linea tiene plomadas en vez de carnada.
-Fabricaron una especie de ancla.
-Escucho que alguien está viniendo.
-No se ve nada.
-Dije escucho.
-¡Que oído!
-Apoya la cara sobre la vidriera como pidiendo auxilio.
-Está morado y tiene la cara hinchada.
-Ha soltado las últimas burbujas.
-¡Pero si el Miguel!
-¿Quien?
-El grande de Miguel.
-El asesino querrá decir.
-Está afectado por la falta de oxígeno, voy en su ayuda.
-¡Abran la recámara!
-Boca a boca Alberto le está pasando oxígeno.
-¡Miguel! Estás con vida.
-Resulta que leí la carta y supe que eran ustedes. Sabía que hay trescientos metros pero igual me anime a venir. Las nenas están esperando arriba ha que regrese.
Cuando vino la ola, nos arrastró hasta pasada las Sierras de la Ventana, veíamos que nos íbamos estrellar contra las rocas de la cima pero seguimos de largo. Más adelante había como una especie de volcán de agua formado por el choque de distintas olas que venían de todos lados. Pude encender el motor y regresar en dirección de Mar del Plata.
Luego deambulamos quince largos días por la zona, pero no se ven edificios ni nada; muchos cadáveres flotando sobre basura enorme de mampostería de plástico.
Hace mucho frío por la noche, en este océano interminable, pero hay buena pesca durante el día. Lamento tener que informar que la madre de las nenas murió, de pulmonía, ella se quitó la ropa para abrigar a las niñas, estuvo dos días con alta fiebre, calentando con el cuerpo la embarcación, y después, a la madrugada, dejó de existir irremediablemente.
Mis hijas entienden que el mundo está presa de una tragedia enorme entonces comprenden que nos haya tocado sufrir la perdida irreparable del ser amado. No obstante siguen optimistas, nunca pierden las esperanzas de encontrar una salida conque seguir adelante.
Pero debo regresar al bote, aun siguen las plomadas donde las dejamos, debo regresar, las aguas están bajando de prisa, no sería extraño que la nave sea arrastrada mar adentro.
-Quédate un momento, aun no te recuperas, estás muy desmejorado.
-Lo sé, cuesta respirar aquí dentro. Si muero, quisiera que cuando las nenas crezcan, sean grandes y se vayan a casar, sea Alberto el cura que oficie la ceremonia. Y en mi entierro, que en vez de ir debajo de la tierra será el fondo del mar, que Alberto pronuncie el responso, y después arroje la primera flor; más si no hubiera flores, que en su lugar corte un trozo de su cabello hermoso y después lo arroje por la recámara junto con mi cuerpo.
-No digas eso, las aguas bajarán, vamos a salir adelante.
-Rodolfo, siento mucho frío. No importa lo que piensen, dame tu mano.
-Muchachos, Miguel se nos muere, está dejando de respirar.
-Oh, no.
-¡Que responso ni que responso, deja que lo reanime.
-Vamos campeón que tu puedes.
-Viva, ya respira nuevamente.
-Gracias. Sentí que viajaba por un túnel hacia un campo de Tulipanes.
-Eres de acero y un montón de ternura.
-Debo regresar al bote.
-No, te lo suplicamos, aun estás convaleciente.
-Hace apenas un segundo que has resucitado nuevamente y ya pretendes volver a enfrentar la muerte?
-Quédate tranquilo, las plomadas siguen firmes sobre el pavimento.
-Es mi deber de padre estar con mis hijas; temo que pase algo malo.
-Mira, escucha, tal vez con esta olla para el puchero, colocada sobre la cabeza, se forme un recoveco con oxígeno, además de impulsarte hacia la superficie, sumadas las patas de rana...
-Entiendan que no puedo dejar a las niñas más tiempo solas.
-Permite que sea yo el que suba.
-No, amigo, gracias. Necesito estar con mis hijas.
-Está bien. Por medio de la caña vamos a enviar frazadas y alimentos.
-Calculo que en pocos días el mar regresará a su sitio, vamos a poder festejar sobre la avenida costanera.
-Si seguro.
-Cuando estés en la recámara, antes que demos el agua, toma todo el aire que puedas.
-Así será.
-En definitiva tiene razón, por más que el agua baje, es una locura dejar a la intemperie, en un día nublado, a dos criaturas indefensas flotando sobre un océano que abarca la totalidad del planeta.
-Alberto, quiero preguntarte cual es esa ilusión que tienes proyectada en mi.
-¿Quieres que lo confiese aquí delante del grupo?
-Si, no soy tan optimista de pensar que estamos salvados, tampoco quisiera irme sin saber la verdad.
-Cuando era sacerdote, lo que más me preocupaba del celibato era la posibilidad de dejar de tener un hijo. Sinceramente, siempre pienso y pienso, recapacito en que fue lo que me impulsó aquella vez a querer conquistar tu amor y tu cuerpo, y llego a la conclusión que se trato de querer priorizar los deseos de ser padre, además con una mujer tan perfecta y bella como lo eres tú.
-¿Pero entonces, cuando nos expulsaron de la iglesia, porqué no insististe en querer ser mi marido?
-Estaba arrepentido, quería seguir siendo cura, aun hoy, que ya no queda nada, me niego aceptar la condición de expulsado; así como está el mundo, huérfano de habitantes, quiero ser el primero en difundir la palabra de Jesús.
-Quiero que sepas, casi como una certeza, digo, que es muy probable, más que seguro, que vaya a tener un hijo ¿Y de quien sino tuyo?
-Enriqueta Beatriz, dime ¿Tu lo sabías? Porque tienen que haber tenido relaciones durante la convivencia que mantuvieron recientemente, donde tu estabas presente viviendo junto con ellos.
-Hijo. voy a ser abuela.
-Madre, mejor, cállese.
-¡Las cosas que hay que escuchar! Pretender dejar embarazada a una mujer en la primera sita es comportarse como un verdadero cuadrúpedo.
-Ni más ni menos.
-De castigo hoy no almuerzan.
-Decimos lo que pensamos; estamos hilando fino.
-No se queje Mauricio si usted mismo debe estar preniado del motoquero Sergio.
-Pero de que se quejan ¿Y tu querida esposa? De no ser por la menopausia, propia de los ancianidad, estaría embarazada igual que la otra.
-Pablo, Rodolfo, por favor, tapen la boca a estos dos.
-¡Son unos fiesteros cualquiera! Se quejan, censuran nuestro amor que es verdadero y puro, pero son unos seres orgiásticos cualquiera, unos desfachatados, caraduras.
-Y ustedes no se hagan los santitos, que a lo mejor el hijo que está en camino sea mitad de cada uno. Dejen a Dios tranquilo que no tiene nada que ver. Bien que mientras ellos dormía ustedes se pasaban a la colchoneta de Serena y estaban la noche entera de plena fiesta sexual.
-Tengo las bolas llenas.
-Llenas de excremento ¡Porfiada!
-¡Silencio! Alguien golpea la recámara.
-¡Abran la escotilla!
-Es Miguel.
-Mis nenas no están donde las dejé, el bote está vacío.
-Tiene que existir otra explicación fuera de la tragedia.
-¡Alberto! ¿Que es aquello que se acerca lentamente?
-Un gran pez.
-Negativo. Tiene un parabrisas como de automóvil.
-Es un piróscafo.
-Un submarino, precario, pero submarino al fin.
-Lo conduce una señora.
-Le veo cara conocida.
-La que nos faltaba, que nos venga a rescatar una vieja con casco de motociclista.
-¡Silencio!
-Oye Miguel, ahí están tus hijas, saludan con las manos.
-Apenas si caben tres personas.
-Mis niñas, gracias al cielo.
-¡Estamos salvados!
-Alberto, a Miguel le cuesta horrores respirar, dudo que salga de ésta.
-¿Quieren que les diga a quien me hace acordar esta señora? Pero no, a lo mejor sea una locura lo que voy a decir.
-Ay, a mi también me suena cara muy conocida.
-Por favor prestemos atención, están acoplando el submarino a la recámara.
-Va a ser conveniente recostar a Miguel en el sofá; alguien le va tener que contar a las nenas que está muy delicado de salud.
-¿Y con estos dos que hacemos? Si los ven amordazados van a pensar que somos piratas.
-Es cierto, llévalos a la cocina y quédate vigilando. Mejor quita las ataduras; pero antes, advierte que serán castigados severamente, si acaso se portan mal o abren la boca para insultar al visitante.
-Alberto, escucha, si muero quiero que esa señora adopte a las niñas y sea su madre.
-No digas pavadas, vamos a estar bien.
-Promete que se lo dirás.
-Prometido.
-Serena ¿Sabes quien es esa señora?
-Si, pero no digamos nada que aquí se puede armar una revuelta.
-Opino lo mismo; pero que genial tener una reina entre nosotros.
-Increíble, francamente increíble, debe estar desolada si es que acaso su reino desapareció.
-El submarino parece hecho por un artista plástico de vanguardia.
-Ustedes dos se quedan aquí, y ojito con moverse del lugar; los vamos a dejar desatados por unas horas, hasta ver que sucede.
-Si está bien, vaya tranquilo; no se crea que no nos damos cuenta de la gran posibilidad de salir de ésta.
-Sebastián ¿Te diste cuenta quien es esa señora que viene?
-Si por supuesto...la reina de...
-No digas nada, a lo mejor puedan escuchar.
-Tenemos la oportunidad de atentar contra su vida.
-Si claro.
-Sergio.
-¿Que, Mauricio?
-Ven un minuto, quiero hablar una cosa a solas contigo.
-Si, ya sé, no me digas nada.
-¿Te diste cuenta quien es la que maneja el submarino?
-Por supuesto, quien no la conoce.
-¿Será la persona que compró el único aparato que vendimos?
-Si, a lo mejor; es un artefacto ideal para submarinos.
-Mantengamos en secreto lo que sabemos.
-Si, mejor.
-¡Alberto! Miguel está muy mal. Queremos convocar a una reunión del grupo para trazar los pasos a seguir.
-Estoy con ustedes. Pero antes vacíen la recámara.
-Dejen, yo la desagoto; el visitante está por entrar.
-Alberto, vamos a rodear el cuerpo de Miguel así también escucha.
-Un momento ¡Mauricio! Por favor, vigile a mi madre mientras estamos conversando.
-Correcto.
-Muchachos ¿Se han dado cuenta quien es la señora que maneja el submarino?
-Lo supe apenas la nave asomó el parabrisas sobre la vidriera del Remanso.
-Es única e inconfundible.
-Por eso, si muero, quiero que sea la madre de mis hijas.
-Tranquilo campeón, vamos a salir ilesos.
-Que premio personal entre tanta desgracia colectiva.
-Aquí llega.
-Me presento, mi nombre es Elizabeth. He viajado largos días, entre angustias y pesares.
Tuve la suerte de estar ultimando detalles del submarino al momento de desprenderse la luna y luego de ser arrasados por la inmensa ola. Desconozco la suerte de mi pueblo, pero entiendo que ha sido una desgracia tremenda, gigante, sin límites, desbastadora. Además he perdido todo contacto con la base, y desde entonces no conozco otra cuestión que navegar a la deriva.
Confío que merced al gran invento Argentino, de un aparato, convertidor de agua en oxígeno, por un lado, e hidrógeno para la propulsión de la nave, por el otro, que con prisa y desenfado hemos reproducido, para que hoy exista una ciudad subterránea que me permita la subsistencia de gran parte de mi país, y de rebote, continuar siendo la persona afortunada que fui hasta hace poco.
Pero, sin embargo, soy consciente que tal vez seamos los únicos sobrevivientes del planeta.
Para alegría de nosotros debo decir que el mar está volviendo de prisa a su sitio, he podido observar como algunas terrazas de edificios ya se encuentran sobre el nivel del agua.
En cuanto a las niñas que he rescatado, prefiero que por el momento permanezcan en el submarino, ha resguardo, donde prevalece una buena atmósfera para poder respirar.
Hoy somos hermanos, no existiendo otra meta mejor que salir para adelante, airosos, y así enfrentar un nuevo destino, con diferentes necesidades físicas, de procurar el alimento, preservar cada elemento que tengamos en nuestro poder: Un tenedor es un lingote de oro, una frase peyorativa una espina que traspasa el silencio. Pero sin embargo tengo una intriga que deseo transformar en conocimiento nuevo ¿Como es que tienen este aparato convertidor ustedes también?
-Resulta que Sergio es el inventor del aparato; vea aquí mismo tengo los papeles que acreditan la identidad del inventor; y la de los patrocinadores. Y nosotros, con mi señora, los que financiamos la fabricación del invento.
Hemos podido vender uno solo de ellos, aunque ahora resulta evidente que usted misma es la feliz poseedora que adquirió el convertidor. Sin duda, una mujer muy inteligente; una coincidencia fenomenal.
-Ya lo creo que si.
Lamento que no hayan distribuido millones y así estar poblado el fondo del ancho mar de sobrevivientes felices y agradecidos.
Bueno amigos un gusto podre establecer contacto con ustedes y las niñas, pues hasta hoy solo e visto peces y algas, pero siento que aquí falta el aire, no estando yo en edad de soportar falta de oxígeno; por eso es que debo regresar a la embarcación y permanecer allí hasta saber de algún lugar donde podamos acampar. Luego veremos de que manera instrumentar un traslado conveniente para todos.
-Señora, quiero decirle que estoy muy mal de salud, y a la vez pedirle encarecidamente que si no logro sobrevivir sea usted la encargada de educar a mis niñas, ellas son muy cariñosas, y la pueden ayudar a la vez de otorgar muchas satisfacciones.
Me siento morir, pero sería para mi un alivio si usted asume el compromiso de ocupar el espacio vacío que depara la desaparición de los padres.
-Descanse tranquilo, las voy a proteger con el corazón hasta donde más pueda, se lo prometo.
-Gracias, que Dios la bendiga, y la tenga en la gloria por siempre.
-Entonces quedamos así. Vamos a estar muy cerca a la espera de ver que sucede, pero es evidente que pronto estaremos en la superficie de alguna terraza; tengo pensado dejar a las niñas esperando e ir trasladando de a uno en uno; pero recuerden que la nave tiene una baranda que rodea la carrocería, que llegado el momento, de no estar muy lejos de la superficie, acaso puedan aferrarse de allí y salir rápidamente.
¡Cuídense, nos estamos viendo!
-Vaya tranquila señora, vaya tranquila su majestad.
-Ja ja, hasta pronto. Lo primero será asegurarnos que el bote que esté allí arriba flotando y que por nada se vaya a perder.
-¡Viva, estamos prácticamente salvados!
-Si, estamos salvados!
-Con grandes chances de sobrevivir.
-Ahora yo pregunto, no será más conveniente quedarnos aquí a estar en una terraza a la intemperie.
-¡Cuidado! ¿Pero qué hace este tipo?
-Ha destrozado el convertidor.
-Sujétenlo.
-Está presa del odio, con una ataque de ira fenomenal.
-Suelta esa cuchilla.
-Malditos imperialistas. Respiren mierda si pueden.
-Estamos perdidos.
-Deja a Miguel tranquilo.
-Me niego a que muera de manera natural, lo quiero asesinar, matar yo mismo.
-Uh, le asestó una puñalada en la panza.
-Miguel...
-Igual le hace frente, lo ha metido en la recámara a los empujones.
-Han abierto la escotilla.
-Pero... Se van a ahogar.
-Miguel empuja la escotilla y el combate sigue afuera.
-Que horror, la recámara está roja de sangre.
-Miren, allí, en la vidriera, está Sebastián moribundo queriendo entrar.
-Mi amor, espérame, no puedo estar sin vos.
-¡Madre!
-Ana María, usted no.
-Se ha lanzado hacia el mar; está yendo en su búsqueda.
-Ay no quiero ver esto.
-Madre. Espere. Voy en su ayuda.
-Intentaré reparar el convertidor, pero lo dudo.
-Tratemos de hablar lo menos posible; vamos a tener que salir para la superficie.
Vos Serena ven conmigo, que Pablo se encargue de ayudar a la señora Enriqueta Beatriz.
-No sé nadar.
-Por eso, toma mi cuello con fuerza, a caballito, del lado de la espalda. Lo mismo para usted Beatriz.
-¿Y Alberto?
-Él sabe perfectamente lo que debe hacer. Seguro que ha subido con la madre a la superficie.
-Aun queda carga en la batería, podemos vaciar la recámara.
-Cierren la escotilla. Luego yo me encargaré de abrirla.
-Que esperas hazlo, pronto.
-Pero nos quedaremos sin luz.
-Poco importa; vamos a ubicarnos en torno de la salida, ordenados, en posición de escapar, evitando entrar en situación de pánico ¿Entendido?
-Ahí está el submarino, saliendo detrás del meteoro.
-Hazle seña; que nos estamos ahogando.
-Está viniendo de prisa en dirección de la vidriera.
-Seguro la va a romper.
-Recuerden las barandas que rodean la embarcación.
-Tomemos las últimas bocanadas de aire que nos queda.
Así como el fuerte picor se hace notar cuando duermes o la tos desaparece pasando inadvertida, sueños e ilusiones viajan en la sangre.
(Por un fuerte dolor en la espalda es que voy a suspender el escrito por algún tiempo, no demasiado prolongado.)

Texto agregado el 25-05-2014, y leído por 106 visitantes. (0 votos)


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