Siempre encontré extraña la significación que le dan a la palabra pesadilla, la de mal sueño o sueño malo. Repito, siempre; aunque nunca tanto como al despertar aquella noche de un tiempo.
Recuerdo la primera vez que tuve una. Fue un impulso el que me dijo: “son tus miedos, esos tardíos y no enfrentados, mostrándote un camino; condicionándote para un futuro enfrentamiento”.
En el sueño iba caminado por un terreno boscoso; vapor de agua flotaba a sus anchas; frente a mi asomaba una casa desgarrada y quejumbrosa. Yo; con un tranco dudoso y cómplice en mi sombra; me fui adentrando por su pórtico incitante, silencioso en su espacio. Impulsado me vi, curioso, abriendo un modular reflejado en un espejo; una chillona y golpeada puertecita susurrándome sus años. Dentro de ella me encontré con un altún de papeles, ordenados despreocupadamente, formados sin ganas. Al tratar de tomarlos, y casi sin quererlo, mi mirada se fijó en un detalle; imperserptible si la casualidad no hubiera querido enfrentarlo. La punta de una hoja de papel asomaba desde el fondo; desde esos fondos sobrepuestos típicos en aquellos muebles. Bajo él, y tras quitarlo, esa hoja amarillenta se me presento atenta, cubriendo un par de blanqueados y roídos huesos.
Cada vez que soñaba algo oscuro –en el sentido de poco claro- y despertaba agitado y sudorando hasta las lágrimas, volvía sobre mi ese impulso ha explicarme lo que evidenciaban las extrañas imágenes enfrentándome.
Me puede ver frente a la muerte, inseguro y alerta; frente a la muerte queriendo huir, inútil e inmóvil; el temblor mezquino en mi quietud evidenciaba la fragilidad del yo protegiéndose con los ojos cerrados. Acto seguido, volvía y me despertaba, como siempre, aquel impulso sediento por explicar los hechos.
Gracias a él fui entendiendo, poco a poco, la realidad y significado del soñar. Me fue alejando entusiasmado de la concepción de pesadilla o mal sueño. “Todo es, simplemente, un sueño” me afirmaba. “Como cuando te viste volando suavemente, planeando en la idea que, a veces, ansiabas. Ahí estabas disfrutando del imposible humano de ver las cosas desde arriba.” Mirando al techo desperté tras ello; mirando el techo, perplejo en mi razonamiento; con la vista fija me dejo el impulso. Era él haciéndome pensar y moldear la capacidad que tuve en mis manos. En el sueño no temía caer, destrozar mi cuerpo. Me mostraba seguro frente a ese miedo, a ese problema, a esa imagen. Me pude enfrentar, ahora decidido y claro, a esa pendiente muerte.
Desde ese momento me dí, me entregue a los sueños. Comencé a dialogar y jugar con ellos, absorbiendo el impulso y manejando uno propio. Desde ese momento de soñar algo oscuro se iluminó como respuesta. La seguridad que me entregó el volar trasformó todo sueño en algo manejable. Ya que el impulso terminó de frenar la curiosidad que interrumpía. Me llevo a enfrentar al abismo, a la muerte y a lo que el sueño me preparaba. El impulso me enseño que el final, si no se busca, se cree peligroso. Fue él quien me mostró que aquellos huesos eran de plástico.
Código: 1405250916122
Fecha 25-may-2014 6:03 UTC
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