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Inicio / Cuenteros Locales / SOFIAMA / LA CARTA DE JAKUBOSKY

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Un hombre de contextura fuerte, alto, piel blanca, cabellos ondulados y ojos verdes entra a la casa donde lo espera Mariano. Éste lo contempla con cierto asombro ya que esperaba encontrarse con un albañil menos llamativo que Jakubosky. Estrechan sus manos con calidez.
- ¡Buen día, señor! ¿En qué puedo servirlo?
Mariano, observando aún con asombro al trabajador, le explica las reparaciones que precisa en su casa y luego invita a Jakubosky a tomarse un café.

A medida que toman la aromática infusión, Mariano descubre que su interlocutor es una persona de gran conocimiento en muchos temas extraños relacionados con la cultura africana. Intrigado, le pregunta.
- ¿Cómo es que conoce tanto sobre esos temas?
- A pesar de ser mi apellido de origen polaco -responde Jakubosky - mi padre fue misionero en algunos pueblos africanos cuando yo era niño; de ahí, el conocimiento que tengo sobre la manera de vivir y las creencias religiosas de esa gente.
La conversación continúa por un largo rato. Finalmente, los dos hombre se despiden; al día siguiente, Jakubosky realiza el trabajo requerido.

Pasados dos años de ese encuentro, suena el timbre en la casa de Mariano. Al abrir la puerta, Mariano exclama con agrado y verdadera sorpresa.
- ¡Qué placer volverlo a ver! ¿Qué lo trae por aquí de nuevo? ¡Adelante, adelante!
Mariano estrecha la mano de Jakubosky y nota cierta tensión y preocupación en su rostro. Jakubosky toma asiento donde se le indica, suspira profundamente y acariciándose la frente con el dedo pulgar y el del medio de su mano izquierda, acota.
- Señor Mariano, no tengo familia en ninguna parte del mundo. De todas las personas que he conocido, usted es la única que me inspira confianza y necesito hablarle de algo que es importante para mí.
Mariano no sabe qué responder ante la inesperada inquietud de Jakubosky y sólo exclama.
- Dígame, lo escucho.

Jakubosky, mirando fijamente a los ojos de Mariano, le informa que sufre de una enfermedad mortal en los huesos, adquirida por causa de unos productos químicos que le fueron entregados para usarlos en su trabajo, sin ningún tipo de advertencia ni protección. Añade que hay una demanda en progreso por un grupo de personas enfermas por la misma causa que él y que posiblemente ganarán la demanda. Aclara no estar interesado en los beneficios económicos que la reclamación le depararía, sino en algo que es de suma relevancia desde el punto de vista religioso. Después de manifestar su deseo, Jakubosky le entrega a Mariano una pequeña caja de madera en cuyo interior hay instrucciones sobre lo que deberá hacer Mariano al morir Jakubosky, además, unos implementos necesarios para lo requerido.

Mariano, un poco consternado por la noticia y dubitativo por lo que Jakubosky solicita, le responde que lo pensará y, a su vez, lo invita a que lo vuelva a visitar en un tiempo; primero, para estar en contacto con él; segundo, para saber cómo marcha su salud y para darle una respuesta firme a su requerimiento.

Jakubosky regresa en varias oportunidades más. Su estado de salud se deteriora considerablemente: una de sus piernas es arrastrada cuando camina. Mariano decide cumplir el deseo de Jakubosky y mientras espera a que llegue el día, visita un lugar indicado en las instrucciones recibidas para buscar y trasladar a su casa varios objetos que necesitará para ejecutar el encargo.

Hoy se celebra en la casa de Mariano una gran fiesta en su honor, pero él se muestra inquieto, presiente que lo llamarán anunciándole la muerte de quien ya es su amigo. Así sucede, y Mariano se dirige a la morgue para reclamar el cuerpo de Jakubosky con el poder legal que le fue entregado. Mariano regresa al hogar donde continúa la fiesta.
Pasa por la sala cargando el cuerpo de su amigo que ya es puro piel y huesos. Todos miran sorprendidos, pero nadie pregunta ni dice nada.

Mariano sube a la azotea de su vivienda. En el momento que Mariano asciende las escaleras, su hija Susana lo intercepta y le dice.
- ¿Papá, qué sucede?
Mariano por toda respuesta interroga a su hija.
-Susana, ¿confías en mí?
Sin opciones, la muchacha responde.
-Por supuesto que confío en ti, pero dime qué es lo que estás haciendo.

Mariano le explica la misión encomendad por su amigo. La muchacha se asusta, y Mariano añade.
-Jakubosky me lo advirtió. Lo que voy a hacer no tendrá éxito si le falta un ingrediente: tu confianza en mí.
- Sí, pero cuando cremes el cuerpo, el olor se sentirá, y el humo saldrá por las ventanas, y se puede hasta quemar la casa; y todos, hasta los vecinos, se enterarán y te acusarán de homicidio.
Mariano únicamente acota.
- ¿Confías o no en mí?
Susana responde afirmativamente y ayuda a su padre. En el piso de la azotea hay una urna con varios orificios. Mariano abre la pequeña caja de madera entregada por Jakubosky un tiempo atrás y extrae unos sobres que contienen unas sustancias desconocidas por Mariano. Las riega lentamente en todo el cuerpo de su amigo como si siguiera un ritual y, después, gira un botón que tiene la urna. El ataúd se enciende, y de cada uno de sus orificios se escapan unas ramificaciones hermosas del color del fuego. Los ramales forman en sus terminales unas hojas labradas del mismo color de las llamas, éstas se extienden por todo el ambiente como hálitos de humo que se esparcen por toda la casa.

Un fuerte olor a carne quemada comienza a notarse. Los invitados preguntan qué sucede, qué es lo que huele así. El vaho se escapa por las ventanas hacia la vecindad, y los moradores salen de sus hogares inquietos por el suceso. Susana llora temerosa, pero sigue ayudando a su padre.

En un santiamén, el humo, que ahora es centelleante, cubre los cuerpos de los visitantes y de la gente que está en la calle. Todos, de forma inexplicable, dejan de cuestionar y vuelven a lo que hacían antes. Susana, que observa lo que ocurre, pregunta nerviosamente.
- Papá, ¿qué está sucediendo?
Al terminar de hablar, se observan chispas enormes en la azotea; y todo, absolutamente todo, desaparece. No queda rastro ni de urna, ni de cenizas, ni del cuerpo de Jakubosky, ni de nada que no fuera lo que siempre hubo en la azotea.

Susana y su padre bajan asustados, pero los invitados se comportan como si nada hubiese sucedido y preguntan.
- ¿Y ustedes, dónde estaban?
Sin esperar respuesta, siguen conversando.

Hace cinco años ocurrió ese evento. Mariano y Susana se preguntan todos los días si no sería un desvarío de la mente de ambos lo sucedido ya que no hay forma de explicar lo vivido.

Un día, el timbre de la residencia suena, Mariano abre la puerta. Un señor, que se identifica como el abogado de la querella presentada por los trabajadores que sufrieron de la extraña enfermedad laboral antes de la muerte de Jakubosky, hace entrega a Mariano de una carta notariada, la cual explica lo que Mariano deberá hacer con el dinero obtenido de la demanda. Susana y Mariano se miran y en sus rostros se refleja el alivio de la misión cumplida.

Texto agregado el 24-05-2014, y leído por 1399 visitantes. (47 votos)


Lectores Opinan
12-08-2014 Las causas buenas tienen muchos caminos para expresarse. Buena historia. lindero
10-08-2014 Personajes muy bien trabajados en una narración intrigante y triste a la vez...Mis 5* estrella_celeste
07-08-2014 Perdona no siempre te leo , eres muy profunda y admiro como trasmites el amor. Se palpa y siento tus manos en mis hombros .el amor en las palabras te identifican y las letras siguen ese curso. Te admiro querida compañera. esterk
07-08-2014 Noto que usted es una de las consagradas que aparecen en “los preferidos” de muchos escritores. Con textos como este me explico y justifico tal preferencia. Imaginación, talento y una redacción impecable hacen de este cuento un gran cuento. jessica_werner
06-08-2014 Imaginacion y gran talento. Gusto descubrirte. lapizqueescribe
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