Y como quien olvida aquel dolor, como quien recuerda la tentación, y fuerza a que el mañana no se olvide, pero el presente no se recuerde.
Y qué carcajada se da cuando se necesita llorar ¿Quién enseña a tener piedad consigo mismo?
Cada tarde, al ver el atardecer, saber que fue otro día más, otro día de mierda, que hay cosas que te hacen sentir totalmente bien, y que en un segundo se destruyen.
Al fin y al cabo todo se olvida en algún momento, y nos reímos de aquello. Reírnos de aquel hijo de puta que te rompió el corazón, y recordar que también fuiste como ese hijo de puta. Sí, bueno, después de todo, siempre será una estupidez de niños, pero él seguirá siendo un hijo de puta.
A veces, solo a veces, extraño su olor a cuerpo humano, su sonrisa de cadáver, su piel de humo no fumado, sus caricias que parecían verdaderas, sus palabras, su cabello, su risa, su timidez, su frialdad, su "sabor a ventana", y algo extraño que nunca descubrí, pero que me hacía desearlo tanto.
Quizá algún día, cuando no estemos vivos, podamos ir a un lugar alto y conversar, ver como otros mueren, y ser solo los dos, sin necesidad de pensar en tres. Quizá podamos vencer las reglas de los adultos, e irnos lejos muy lejos y no tener miedo de volver, quizá podamos sonreír a fotos ajenas, quizá yo pueda ser la dama y tú el vagabundo, quizá podamos ver estrellas que en el cielo no están, quizá yo pueda sonreír y que tú no seas la razón.