Es difícil comenzar a relatar lo que me partió el corazón horas atrás. La herida aún esta abierta, la sangre seca alrededor molesta cada vez que recuerdo, pero no quiero arriesgarme a usar tinta invisible para no olvidar.
Lo vi llegar escuchando música. Parecía ser uno más que iba a pasar. Lo miré como miro a cualquiera; no me provocó ni una sola nueva sensación. No pensé que fuera a ser distinto ni había despertado sintiendo que hoy fuera mi día. Lo vi simplemente y fue el quién desvió mi concentración a lo que yo creo fueron simples palabras. Aunque ahora me doy cuenta de que esas simples palabras no fueron tan así, pues el sonido aún da vueltas por mi mente. Ese sonido tan único que nadie nunca había dirigido hacia mí pareciera haberse tatuado en mi piel en el momento en que fue producido. Y debo decir que aún me provoca sensaciones.
Se acercó a mí y estiraba su mano como si de siempre me hubiera conocido y justo ahora nos volvíamos a encontrar. Durante un segundo tuve miedo; había escuchado de otras bocas lo peligroso que es entregarse inmediatamente, pero no me pude resistir; nadie nunca me habló y de nadie nunca escuché que un simple sonido pudiera acelerar de tal manera mi corazón, haciéndome sentir de forma tan segura que todo iba a estar bien. Mas nada importó. Me acerqué y dije algo. Seguramente palabras sin sentido, pero él sonrío, no le importó. Me acarició. Sonreía, lo veía sonreír y yo me sentía hermosamente culpable. Su sonrisa me hacía pedir más cariño y eso lo hacía sonreír aun más. Un ciclo que parecía no iba a tener fin. Y bien digo: Parecía.
Comenzó a alejarse y yo lo tomé como un juego; no me daba cuenta, estaba encantada. Lo perseguía cada vez que caminaba. Él se detenía, me miraba, sonreía y volvía a caminar. Otra vez me atrapaba con esa simple curva en su cara. Yo lo seguía y le decía que se acercara, que quería abrazarlo, que quería que me tomara en sus brazos, que me volviera a acariciar, pero el seguía caminando y no paraba.
Me desesperaba la idea de no volver a verlo, la idea de que pasado un punto yo no iba a poder seguir buscándolo, y todo dependería de si el volvía a buscarme o no. En tan poco tiempo parecía que me había enamorado de por vida, y lo vi alejarse tan repentinamente. Comencé a cuestionarme si yo había hecho algo mal: quizás cuando no dejé que me tomara en brazos en el momento que el lo intentó lo hizo enojar, o quizás no había sido lo suficientemente cariñosa. Me cuestionaba cada detalle de lo que recién había vivido y esas preguntas transformaban el lindo recuerdo en un plato de errores imbéciles.
A medida que lo veía alejarse todo se volvía tan oscuro como mi pelaje. Todos dicen que por esto doy mala suerte, que si me cruzo en el camino de alguien arruino sus días, pero yo creo que es al revés: quien se cruce en mi camino se lleva mi buena suerte y yo simplemente quedo vacía. Vida mía la que me ha tocado. Supongo que no queda más que adaptarse. |