Últimos y primeros

Día a día y de sol a sol, una fila de enérgicos borregos, andan por el prado salte y salte cercos de madera y alambre. Una tarde, el último borrego de la fila se preguntó por qué debía seguir a todos los demás borregos y saltar aquel cerco; no supo qué responderse, solamente dio media vuelta y trotó hasta llegar a una valla solitaria para saltarla él solo. El penúltimo borrego de la hilera, que pasó a ser el último, prefirió seguir al borrego desertor, y de esta manera, ser el segundo. Lo mismo ocurrió con el antepenúltimo, que prefirió ser el tercero, y así subsiguientemente, hasta que el borrego que en un principio comandaba la fila se vio trotando solo; entonces, fue corriendo a colocarse atrás de la nueva hilera y brincó la cerca, maldiciendo su mala suerte de haber sido el último.