El vivaz fuego que arde en la memoria,
el perenne furor del pensamiento,
y el sutil atanor del sentimiento
¡acaso ornan tu sien de ufana gloria!
¡Hombre! fija tu norte nuevamente,
retoma el sendero que un día hollaste;
todo aquello que por necio negaste
hoy te hace una entelequia penitente.
El Árbol se estremece en su hondo dolor:
el ave herida gorjea entre el ramaje:
fiel arpa que escancia su afán cautivo.
Basta el cruel yugo del punzante rencor
y la duda engarza su vil celaje
en el incauto corazón altivo.
Texto agregado el 19-05-2014, y leído por 264
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Lectores Opinan
20-05-2014
Excelente. Varios aspectos que destacar. Te felicito. sagitarion
20-05-2014
Vuelvo a leerte y me encantas de nuevo...estoy perdida en ti y tus versos. No sé cuando pasó y ni como. Pero hey...el amor ni la locura se cuestionan. Ni tus versos tampoco. Un abrazo y te quiero. tequiero