Observa su vacío existencial.

Nunca permitió que él penetrara

en la recámara de sus ojos tristes

pues mantuvo cerrados su párpados

para impedirlo , con algunas dudas.

Ni dejó que por una vez atravesara

el camino tan deseado de su aliento.

Ella, la mujer de hondos contrastes,

dónde la verdad nunca pudo llegar.

Con el desasosiego propio de aquellas

que le impidieron sin más sus anhelos.

Ella, que lleva a rajatabla, la gran pena

que por siempre se adosa a las equivocadas.

La que no se detuvo en ninguna estación

para no extraviar su pretendida libertad.

Dejada de la mano dulce del amor

pues no lo pudo dar ni solicitar.

La que gusta de la lluvia y el calor

y que ahora, en sus horas ya tardías,

se calza la soledad como ropa a su medida.

Busca algo que no encuentra.

Mira su abismo existencial.

Callada, espera en vano su último episodio

en una vana danza ya inútil,

por un cambio imposible de su sentir.

Sus vientos cosecharán siempre

las temporadas de los crudos inviernos.