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UN CUENTO TONTO


En tiempos muy lejanos, existía un país cuyos ciudadanos estaban divididos por voluntad propia, en tontos e inteligentes, a excepción del gobernante que no era parte de esta división, ya que no había podido ser clasificado en alguna de estas alternativas, por toda la comunidad, incluso por él mismo, por razones que no vale la pena mencionar.

La vida en este pueblo transcurría la mayor parte del tiempo en forma apacible, salvo cortos períodos en que el gobernante, junto a sus gobernados, debía tomar decisiones de importancia, puesto que para las que no la tenían, decidía por cuenta propia. Como es de suponerlo, en estos pequeños lapsos de tiempo las discusiones abundaban, y a pesar de todo, la cordura siempre terminaba por imponerse y se tomaba la mejor decisión.

El principal oficio, entre otros, de los ciudadanos inteligentes era el de estudiar los grandes problemas y tratar de encontrarles la mejor solución. En cambio, para los tontos, que eran minoría, todo el tiempo lo dedicaban a discutir nimiedades, pues pensaban que para solucionar los asuntos importantes, en el transcurso de la discusión con los inteligentes, tendrían que imponerse, como era natural esperarlo, las tonteras propugnadas por ellos, con la anuencia y satisfacción tanto del gobernante, como de los gobernados autocalificados inteligentes.

Como casi todas las cosas buenas que suceden en esta vida están destinadas a durar poco, dos acontecimientos vivieron a menoscabar esta apacibilidad.

Cierto día, que por la lejanía del tiempo es difícil precisar, un extranjero informado de lo bien que se vivía en este país, debido principalmente a la buena estructura de sus miembros para la toma de decisiones, atinó a tomar la determinación de ir a radicarse en él y de esta forma solucionar, al mismo tiempo, los grandes problemas por lo que estaba atravesando en su lugar de origen. De la manera como llegó y como fue aceptado por la comunidad, no es ésta la ocasión para referirlo, pero se puede decir que da para otro cuento.

Desde el primer día, a pesar de que estaba informado, se le dieron a conocer las reglas necesarias para que subsistiera y se le solicitó que se autocalificara para integrar uno de los grupos. Como él era inteligente, así él lo creía, se integró de inmediato al grupo de los inteligentes y prestamente se abocó al estudio de los grandes problemas; pero cual no sería su sorpresa, cuando al empezar a emitir las soluciones de estos grandes problemas observó que las suyas ni siquiera eran tomadas en cuenta. Como se consideraba inteligente, empezó a fabricar grandes problemas para que fueran solucionados por el resto del grupo y así tomar conocimiento cabal de cómo ellos los enfrentaban y de esta manera poder asimilarse totalmente, pues razonaba, que si actuaba como ellos sus soluciones serían consideradas. No tardó mucho más en darse cuenta, de que por bastante que hiciera, difícilmente serían admitidas y tampoco en percatarse, de que las soluciones a los problemas por él planteados diferían de las que él elaboraba hasta el punto de ser antagónicas. En ese momento tenía tres opciones: volver a su lugar de origen, adoptar la posición del gobernante y la tercera, integrarse al grupo de los tontos. Las dos primeras las desestimó por razones obvias y por consiguiente, se integró al grupo de los tontos, ya que era la opción más cuerda de las tres.

Desde el primer momento que entró en contacto con los integrantes del grupo de los tontos, como se creía inteligente, trató de liderar este grupo, pues de donde el provenía los más capaces eran líderes. Al tratar de hacerlo rompió la regla básica de que en el grupo no podían haber líderes con derecho a continuidad, ya que éstos se daban sólo en el curso de las discusiones con los inteligentes y estaban supeditados a la improvisación. A pesar de hacer las cosas con mucha astucia, fue descubierto y puesto en su lugar.

Lamentablemente, las cosas que el extranjero había empezado, tomaron cuerpo en uno de los integrantes de! grupo de los tontos, el cual después de algunas reflexiones acerca de lo grande que se había tornado el grupo y de su gran capacidad de solucionar pequeños problemas, decidió derrocar al gobernante, lo que consiguió sin grandes esfuerzos y de paso, desterrar al personaje que tantos problemas había traído a esta extraña comunidad. Del Gobernante se puede decir que dolido por lo que le habían hecho decidió autoexiliarse en un país vecino.

Transcurrido cerca de un año, el nuevo gobernante determinó que su lugar era el que siempre había tenido y mandó a buscar al ex-gobernante para que se hiciera cargo nuevamente del gobierno, lo que éste aceptó gustoso, ya que durante todo este tiempo no había podido realizar las funciones a las que estaba acostumbrado.

A su vuelta, sus dos primeras medidas fueron las de perdonar al usurpador y permitir el ingreso de! extranjero que vivía y penaba por volver a este curioso país. Estas medidas fueron las únicas de trascendencia que se le permitieron al gobernante, puesto que el perdón y la radicación eran dos de las medidas tácitas que sólo eran manejadas por la totalidad de la comunidad.

Se puede agregar además, que el desterrado, durante el tiempo en que no se le permitió la entrada pudo reflexionar acerca de las reglas de esta Comunidad y con ello
determinar que no podía haber otro país donde el pudiera vivir de una manera mejor, también que a su regreso trabó una inmensa amistad con el usurpador y que gracias a ésta ambos pudieron sopesar la situación y determinar que harían lo posible para que nunca más pasaría algo similar a lo que ellos habían contribuido que sucediera.

Finalmente dícese por ahí, que ambos pudieron readaptarse sin dificultad y, que contribuyeron a que este país pudiera volver a la normalidad de sus reglas y siguiera desarrollándose por mucho tiempo más.


Lionel Henríquez B.
Valdivia, Junio de 1988

Texto agregado el 14-05-2014, y leído por 169 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-05-2014 Pequeños golpes de estado, no gobierna quien quiere si no a quien permiten hacerlo, es bueno reflexionar a tiempo, los países son pequeños hogares donde debe reinar la democracia, la autoridad , el respeto y la trayectoria de quien sabe más por viejo . Me gusto, tu cuento tiene un sabor dulzón de deseos que se parecen a una bella utopía. Es bueno soñar con un mundo mejor aunque sea desde ese paisito al que tu das vida. gracias por dejarme soñar. un abrazo, estimado Lionel rolandofa
 
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