Había una vez en México, el país de las “maravillas”, un muchacho que era muy diestro en el arte de practicar el futbol; y que, luego de haber incursionado dentro del deporte profesionalmente en su patria, se lanzó a probar fortuna en el viejo continente. Tan pronto como llegó a España, tierra de grandes oportunidades futbolísticas, los directivos del mismísimo Real Madrid lo ficharon en su equipo, pues ya habían oído lo talentoso que era el susodicho. Todo parecía irle de maravilla a nuestro protagonista, hasta el día en que hizo su debut internacional. No fue porque su desempeño hubiera sido deplorable o porque el club perdiera ese juego, sino porque, tan pronto el sujeto saltó a la cancha, los hinchas madrileños lo recibieron con tremendos insultos racistas y no pararon de corear “¡indio, indio!” despectivamente durante el partido. La situación, lejos de disminuir, se volvió más frecuente, pues los aficionados no paraban nunca de menospreciar al pobre hombre sólo por sus orígenes latinoamericanos, sin fijarse en su notable talento y en las grandes jugadas y chilenas con las que ayudaba al Real Madrid a afianzarse las victorias. Afortunadamente, no todos reparaban únicamente en la supuesta “raza inferior” del muchacho, pues debido a su extraordinario desempeño, fue galardonado varias veces con el premio máximo del futbol español: el pichichi. Así las cosas, este hombre continuó con su carrera y ahora, ya de nuevo instalado en su nación, pero habiendo dejado una gran huella en España, continuo siendo una gran figura y leyenda deportiva.
El tipo en cuestión, como podrán adivinar a estas alturas, no es otro que ¡Hugo Sánchez!, a quien muchos recordarán con respeto y admiración, a pesar de que lo despreciaron tan estúpidamente sólo por ser un “indio” mexicano. Lo más irónico de la historia es, para muchos que se burlaron de él y lo ofendieron, que ni Xabi, ni Iker ni Piqué han logrado, hasta ahora, lo que ese tan vituperado indio logró: ser un pentapichichi.
|