¿Cómo sería la vida vista desde el otro lado?
¿Cuál habría sido mi destino si no hubiese sido éste?
Estas parecen ser algunas de las preguntas que se hace constantemente el reflexivo Hajime (principito), protagonista y narrador de la novela “Al sur de la Frontera al oeste del sol”; inspirado relato del aclamado escritor japonés Haruki Murakami quien en esta ocasión se desmarca un poco de la que ha sido su característica estilística más notable: el carácter surrealista de sus novelas, aunque sin dejarlo de lado totalmente pues es una mujer, Shimamoto, el verdadero objeto de amor del protagonista, quien encarna ese mundo un tanto irreal y fantasmagórico que ronda en la segunda mitad de la novela.
De manera fluida y natural, el protagonista hace un recorrido por su vida, describiéndose a sí mismo como un ser diferente de los demás por ser hijo único y haber nacido “la primera semana del primer año de la segunda mitad del siglo XX”.
Esta circunstancia llegó a influir en su vida al punto de producir una especie de sortilegio que marcaba cada una de sus relaciones, especialmente, con las mujeres.
Desde la infancia, cuando por solidaridad de hijo único o simplemente porque le gustaba, se hizo amigo de la sorprendente Shimamoto, el pequeño “principito” observaba el mundo como si lo viera desde afuera de su ser. Contemplaba con atención a su amiga; así aprendió de memoria el singular movimiento de sus piernas al caminar pues la niña era coja. También detalló cada aspecto de la sala de estar de su casa, donde iban juntos a oír música. Recordaba cómo ella cuidaba los discos que escuchaban y a pesar de haber dejado de verla desde los 12 años cuando se cambiaron de colegio, mucho tiempo después, todavía la recordaba con cariño.
Con la adolescencia, vinieron los cambios; el enclenque hijo único pasó a ser el fornido nadador. Seguía interesándole la música pero más la lectura y había un nuevo foco de interés; las chicas aunque no demasiado guapas, el joven Hajime, había descubierto el sexo y muy a su pesar, que a veces le gustaban dos mujeres a la vez. Se enamoró y desenamoró varias veces. Rompió uno o dos corazones y así fue creciendo madurando y encaminando su vida hacia, no se sabía muy bien dónde.
Se casó, tuvo dos hijas y montó su propio negocio que terminó siendo una próspera mini cadena de bares, en uno de los cuales tocaba siempre un grupo de Jazz, género infaltable en la literatura de Murakami.
Con lujo de detalles, entreteniéndose a veces demasiado en algunos un poco más significativos el protagonista va desgranando uno a uno los sucesos que componen sus 37 años de vida.
Años serenos como la narración misma hasta que, venida de otro mundo, reaparece Shimamoto trayendo consigo una tormenta de sentimientos y dudas que rompen la plácida estabilidad del principito.
Empieza a preguntarse qué habría pasado si hubiera encaminado su destino por otro rumbo y descubre que aunque plena, su vida no es feliz.
Retoma una relación en principio platónica con su amiga de infancia pero cuanto más encuentros tiene con Shimamoto, más desconcertado e insatisfecho se siente. Los hechos van sucediéndose inexorablemente con las previsibles consecuencias en su vida familiar y en la propia estabilidad emocional del personaje que se atormenta pensando en el engaño que está infringiéndole a su familia, especialmente a Yukiko, la esposa. Aunque ya lo ha hecho otras veces, en esta ocasión él, es consciente de que sus sentimientos hacia la amante, son muy poderosos. Estaría dispuesto a abandonarlo todo por ella.
Como un espíritu la atractiva muchacha va y viene de la vida de Hajime provocando en él al igual que en el lector una morbosa curiosidad sobre su vida ¿Qué hará cuando no está aquí? ¿Estará casada? ¿Existirá?; es aquí cuando el estilo narrativo se vuelve más Murakami y cuando el tormento interior del protagonista termina por ponerlo en evidencia. Su mujer lo enfrenta y el tiene que reconocer que la traiciona, lo que desata la crisis. Shimamoto y Yukiko son cada una a su manera las mujeres de su vida. Una representa la infancia perdida y el mundo paralelo que se desarrolla mientras Hajime vive su vida. La otra, significa, un “polo a tierra”; la realidad. De alguna manera, las dos hacen parte de él.
Pero es momento de decidirse y optar por un solo destino. Uno en el que él no está solo.
Tal vez por eso, aquel día en que Hajime pensaba en “la lluvia que caía furtivamente sin que nadie lo supiera en un vasto mar” y dejaba que su cuerpo navegara a la deriva, mientras su mente se hundía en ese pensamiento, alguien -su destino- posó suavemente una mano sobre su espalda. |