-Hablemos de las reglas del juego. Dijo ella.
Entornando los ojos, sonriendo, y acercando los labios para que le fuesen besados.
El, infeliz, sabía de antemano que la primera regla, era ser atrapado en aquella telaraña. Tal y como estaba.
El resto, más que reglas del juego, eran exóticos rituales, que sabía de antemano hacia dónde conducían.
Texto agregado el 11-05-2014, y leído por 219
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