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Nací pobre, muy pobre y campesina. Imagino que entiendes lo que eso significa en este país.
Estoy segura de que todos los años que has pasado recorriendo las montañas, los valles, las playas y las casas de este sufrido y olvidado continente te han dado una idea más o menos real de quiénes somos.
Y ¿Quién soy yo? ¿Lo sabes? No paro de preguntármelo. Por las noches, antes de dormir, mientras recorro esta gigantesca carpa, suspiro. Dicen que un suspiro es, señal de que estás tan entregado, tan abandonado a tus pensamientos que te olvidas de respirar y en el último segundo de oxígeno, tu cuerpo se pone alerta y te obliga a tomar aliento de una forma tan fuerte, que emites ese sonido, ese uff, tan significativo porque te devuelve a la vida.
Yo, suspiro mucho. No sólo en la carpa, que es mi templo sino también en la emisora, en el carro, en el avión. Suspiro porque me olvido completamente de mí, cuando te pienso. Giles, Giles. ¿Suspiras tú también? ¿Suspiras por mí? ¿Te olvidas de ti mismo cuando invado tus pensamientos?
Quiero creer que sí... que mi música, que es la tuya, es lo más importante para ti en el mundo entero. Sueño con cantar otra vez a tu lado, que recorramos juntos estos paisajes que son míos y que yo te regalo.
Ven, te ruego que me des tu mano y caminemos juntos por mi país y por el tuyo.
Dame una vez más la felicidad de verme en tus ojos claros.
Deja atrás ese frío que a veces te aleja de mí y déjame contagiarte con mi calidez, mi risa, mis colores animados.
Recorre mi cuerpo una vez, dos, mil veces más. ¿No sabes que eso es lo que más anhelo?
Te necesito, sí. Te necesito más que a mi voz, a mi guitarra y a mi campo.
No me imaginé llegar a querer a alguien tanto... Sabes que te adoro ¿Verdad? Muchas veces te lo he demostrado.
Siempre que lo querías, yo corría a tu lado olvidándome de mí, de mis hijos y de mi país adorado.
Hasta que no me quisiste ver más. Era como si un hielo perpetuo y cruel te hubiese congelado.
o quise reconquistarte, bailé y canté para tí. Te escribí canciones y poemas pero nada, nada, sólo silencio; un silencio maldito porque era el silencio del desamor.
Había muerto mi hija, mi pequeña flor y eso no me conmovió tanto como tu indiferencia. No parecía tocarte nada; mientras que a mí, me lastimaba todo.
Yo, sangraba, sangraba por la pérdida de mi niña y tenía el corazón doblemente roto. Sentía tanto frío, un frío que no había sentido antes, ni en lo peor de mi pobreza viviendo en el campo.
No sabemos sufrir así los chilenos. Los chilenos hemos soportado de todo: Terremotos, maremotos, dictaduras, injusticias sociales, pero no sabemos padecer el desamor. Eso no lo sabías ¿verdad? Entonces, será que no me conoces o no sabes mucho de mí.
Seguro que nunca me has amado.
Pues debes saber que yo sí. Yo te he amado hasta hoy, porque hoy, mi vida ha terminado.
No sabrás nunca más de mí, de esta mujer, esta Violeta que se despide y espera, de corazón, que seas feliz.


La Reina, Santiago, febrero 5 de 1967

Texto agregado el 11-05-2014, y leído por 138 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-05-2014 Triste y desolador tu escrito.UN ABRAZO. GAFER
 
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