Me vendé los ojos con tu nombre.
El río soñaba, y no hice caso.
No perdí la fe, y acaso forcé las cosas,
Siguiendo tu sombra, por caminar a tu paso.
Y me vendé con tu nombre los ojos,
cegándome del resplandor externo,
creyendo que nuestro mundo sería eterno.
Porque pensé que eras tú mi amor verdadero,
el brillo de tu alma, el por siempre duradero
sabor que en mi ser borrara el dolor primero.
Aposté a la fantasía que llevara tu imagen,
y así fue que vendé mis ojos con tu nombre,
postergando a tu lado el fin del hombre.
Pero me perdí en el laberinto del dolor, vacío.
Sin saber explicar nunca la razón de mi silencio.
Porque se esfumó el sueño que hoy sentencio.
Trozos de esos besos vi ya destrozados,
pisé a mi paso en el fallido y torpe intento,
donde me arrepiento de ese absurdo sentimiento.
Desperté de madrugada sin tu voz a mi lado,
y me olvidé de tomar café por las mañanas,
emprendiendo la caída que siguió entre telarañas.
Cayó el velo de mi rostro, en forma de llanto.
Y mis miedos afloraron al ver la nueva realidad,
ese camino tan explorado que ahora llamo soledad.
Hoy te miro a la distancia donde el amor se escapó,
donde te perdí entre las ausencias de tenerte a mi lado,
y después de este tiempo en que te perdí, comprendo...
Que todo ha terminado. |